Rosas en el mar. Javier Cercas, premio Planeta. Carmen Heras.

Desde mi ventana
Carmen Heras

Hay quien dice maravillas del hecho de que Javier Cercas haya conseguido el Premio Planeta, por haberlo ganado un nacido extremeño, pero el otro día en un comentario le afeaban que la obra ganadora no hablara de gente de Extremadura y sí de Cataluña. Ya ven. Dos caras para una misma moneda. Más visible una que la otra según quien enjuicia.

Una vez me contaron la confesión de un hombre cualquiera. En privado, entre amigos, había llegado a decir que un hecho desgraciado en su vida había cambiado su manera de actuar en ella, de tal forma que se sentía incapaz de sentir la mínima utopía, rigiéndose solo por el más absoluto pragmatismo y la máxima frialdad. Hay muchos así.

A menudo pienso que puede que no fuera el perdón de las víctimas lo que hizo posible la convivencia entre vecinos después de su paso por épocas tumultuosas y horribles, sino el miedo, la parálisis del cuerpo y de la mente, en momentos de crueldad infinita entre iguales. El miedo llevaría a la prudencia y ésta a la búsqueda del olvido para no morir. La vida es un bien extraordinario.

El miedo llevaría a la prudencia y ésta a la búsqueda del olvido para no morir

Sucede que las experiencias negativas siempre dejan huella. La mayor es dejar de creer. Baste una sola ocasión en la que los seres humanos sean degradados, zaheridos o vilipendiados, fuerte e injustamente, para que dejen de confiar en la bondad. O en la exactitud. O en la clemencia. Por poner solo algunos ejemplos. Cuando las personas no creen, se vuelven cautas, incluso escépticas, porque todo puede convertirse en simulacro: las ofertas, el amor, los discursos y las tácticas. Por eso, con los años se entienden mejor algunas actitudes incomprensibles en su momento, del grupo de las que señalo en el párrafo segundo. El dolor, el sufrimiento infligido por otros, no convierte a nadie en mejor de lo que es, solo lo cauteriza, le saca una costra que lo defiende. Pero que, de algún modo, lo aísla y lo pierde para la colectividad.

De ahí que quien afirme creer en el individuo (mujer/hombre) ha de de ser muy serio a la hora de los experimentos. Sobre todo si dispone de algunos recursos de poder. Y las instituciones, siempre representativas, debieran sentirse fuertemente obligadas a no defraudar. A nadie.Y cuando lo hagan, han de ser llamadas a rendir cuentas por ello. Donde sea pertinente.

Desde un punto de vista terapéutico es necesario no desfallecer y mantener el optimismo apoyándose en los aspectos positivos de cualquier vivencia. Como el “siempre nos quedará París” que le dice Rick a Elsa al empujarla a subir al avión, que los separará para siempre, en la mítica película “Casablanca”. Pensando en la gente de alrededor, sobre todo, pero también como bandera para las nuevas generaciones. Al fin y al cabo la realidad tiene varias caras. Escojamos la que nos permita mejorar la vida.

 

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