Inés. Emilia Guijarro.

Lunes de papel
Emilia Guijarro

Llega el mes de junio e Inés y sus padres comienzan a preparar el campamento con el ritual de todas la vacaciones estivales: desempolvar la mochila, marcar la ropa, meter los bañadores, las camisetas, los calcetines, la gorra y las cremas para el sol. Poner atención para que nada se olvide, hacer las compras de última hora, porque hay que ver cómo ha crecido Inés, que ya no le vale nada del año pasado.

Y mientras ese proceso dura, Inés sueña con nuevas aventuras, con nuevos amigos, con vivir fuera de casa unos días, con sus compañeras de habitación. Inés se siente nerviosa y feliz por descubrir un mudo nuevo, lejos de los cómodos confines de su casa.
Pero lo que no imagina Inés es que el mundo que le espera en ese campamento es el del rechazo y la intolerancia.

Tuvo que aprender de golpe que el mundo es un lugar hostil para personas como ella, que han nacido con unas limitaciones que no tienen otras niñas de su edad.
 A la hora de elegir campamento para el verano, sus padres repasaron catálogos de múltiples ofertas: campamentos multiaventuras, de tenis, de pádel, de violín, de idiomas varios, de granjas escuelas, de surf, de robótica, de astrología y hasta de criptografía. Una oferta ilimitada para todos los gustos y bolsillos, pero cuando finalmente se decidieron, en ninguno habían leído la advertencia de que eran campamento para niños intolerantes, hijos de padres intolerantes.

El caso de Inés ha destapado otras situaciones semejantes, son varias las denuncias que se han hecho públicas estos días.
 Como manifiesta un presidente de una Asociación de Apoyo a Personas con Discapacidad,
el caso de Inés es solo la punta del iceberg de unas situaciones que se repiten con más frecuencia de las que somos conocedores, porque no todas las familias tienen el valor de denunciar.

Después de tantos años trabajando por la normalización todavía existe un rechazo encubierto a la convivencia con personas diferentes. Cuenta una directora que organiza estancias en el extranjero para estudiantes que ha vivido situaciones inimaginables, como aquella que le pidieron que cambiara a su hija de familia porque en la casa había un niño con autismo y ellos no habían mandado a su hija pasar tristezas.

Por suerte, en la mayoría de los campamentos, esto no ocurre y los jóvenes conocen otro tipo de vida.
 Casos como el de Inés demuestran que queda mucho por hacer, que no todo es lo que hemos visto en ¡Campeones!

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