Hollywood nos tiene acostumbrados a historias entre buenos y malos. Aventuras con peligros en el camino que siempre tienen final feliz. Opciones sin escalas de grises, o blanco o negro. Y en esos espacios de etiquetas los mensajes llegan mejor a clientes y target, aplicando términos de mercado y marketing. Es casi imposible no hablar de política durante estos días, porque no se engañen, lo inunda todo con su omnipresencia en los medios. Llevamos apenas una semana de campaña y estamos ya exhaustos de mensajes y doctrinas, pues en estos días es más evidente si cabe el dato que representa cada ciudadano. Nos analizan, nos entrelazan e interpretan. Conducta, hábitos e incluso intención de voto. En todo este panorama de análisis de datos ha surgido alguien inesperado: el antihéroe. Alguien que no suscita interés por sí mismo, sino por la activación de sus contrarios. Aznar fue el antihéroe de González, Zapatero, Iglesias, y ahora Abascal. Porque VOX no se puede entender si no es a través de la resignación y decepción que suman el resto de fuerzas políticas. Porque la creación de un partido como VOX es fruto del necesario antihéroe que necesitan el resto de partidos para reivindicarse. Contaban con ello. Generar un ogro que iba a venir a llevarse libertades y retroceder España. No contaban con que se hiciera tan grande, con que sumase a aquellos que empatizan ideológicamente, y a los exiliados y ‘outsiders’, los que votan por venganza o revancha. Sánchez ensalzó perfectamente esa figura de antihéroe de Abascal en la foto de Colón, y quería repetir esa instantánea en el debate a cinco de Atresmedia, hecho que le provocó el rechazo de TVE y las consiguientes denuncias ante la Junta Electoral Central de los partidos nacionalistas por vulnerar el principio de proporcionalidad de representación. La jugada no le ha salido y ha acabado aceptando un debate a cuatro en el ente público. Se expondrá y arriesgará, justo lo que Ábalos y Redondo, sus jefes de campaña, trataban de evitar. Es justo y necesario que los españoles vean ideas confrontadas en una mese frente a frente más allá de los mensajes encapsulados lanzados en un entorno controlado. El debate es sano, aunque nos quedemos sin ver al antihéroe arremeter contra los mismos que lo han creado.