Diva de mierda. Reflexiones de un tenor. Alonso Torres

Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

Nos pusimos un poco de música, Nicola Di Bari, abrimos una botella de vino y cenamos en la mesa alta, la de las ocasiones (ganadas y/o perdidas), patatas revolconas, tataki de atún y arroz con gurumelos. Y empezó la conversación, primero, ¿cómo no?, de política: ladrones, impresentables y demás mandangas españolas como las cloacas, el latrocinio, la impunidad de ciertas familias. Luego pasamos a los cómics y a los “historys” de las películas, películas, sobre todo, de ciencia ficción (“¡joder, qué mal ha envejecido ´Dune`!”, proclamamos). Finalmente atacamos la literatura: lo que leemos (¡brutal el libro, “Ahora me rindo y eso es todo”!, de Álvaro Enrigue, editado por Anagrama, donde se da cuenta de La Apachería -Gerónimo, Chamán de guerra, hablaba “Castilla”, esto es, castellano/español-), y lo que estamos intentando, ambos, escribir.

Goethe, en su “Poesía y vida”, dijo, <<la lectura es una especie de conversación, y la escritura un abuso de la lectura>>.

¿Por qué el encabezamiento del artículo con ese, “diva de mierda” (que es el título, por cierto, de una antología poética que publicó José María Cumbreño en su editorial, Liliputienses)?, porque voy a escribir, un poquito, sobre mí, de dónde me encuentro, literariamente hablando: atascao en ocho libros, a saber; rehaciendo una y otra vez, “Estaré por los alrededores”, que versa, para resumir, sobre la guerra de Vietnam; “Slavia. Una ópera”, terminada pero en diferentes lugares (cuadernos, apuntes en libros, dos ordenadores y un discoduro externo que no se me abre); “Caballos salvajes”, violencia y redención en un país sudamericano inventado (Paltrinam) que está en pañales: un partido de fútbol y después un sabotaje en El Pontón, el antiguo puerto; “Los de la montaña”, sobre un cuadro pintado en tiempos de Jean Léon Gérôme de la que solo tengo apuntes (y creo que los he extraviado); “Reflejamos la luz del sol”, novela histórica a la que habrá que cambiar el título y terminar la segunda y la tercera parte; “La sombra del colibrí”, están por desarrollar los apuntes de mi viaje a Cuba (¡rediós, cómo me gusta La 23!); “Berlín”, aventuras de un espía turco en el Berlín de poco antes de la construcción del Muro (escritas hay nueve, pero quiero más); y por último, “Una historia de piratas”, existen los protagonistas, la historia central y el final, pero solo en mi cabeza. Atascado porque no me centro y porque no le hago caso a Barbarita (me dijo que debo escribir con dos rosas, roja y amarilla, sobre la mesa, y con un centauro cerca de mí).

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