Un poco de todo... Alonso de la Torre

Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

Me levanto con el pie izquierdo y pongo música. Lo primero, para saltar de la cama y escribir (los preparativos: adecentar la mesa de trabajo de mi hermana, colocar la jarra de agua a la derecha, el dragón de resina a la izquierda y las flores cerca de la puerta), Rosso, grupo japonés de r`n`r que lo peta!, punk-rock en estado puro!, pero luego, un poco debido a mi estado mental (natural) confundido, y un poquito arto de gritos y ritmos trepidantes, apago el ordenador y me voy hacia “lo clásico”, hacia lo reservatto, que diría Alessandro Baricco, y en el tocadiscos (un Philips K48 de 1972. Ese año se celebraron las Olimpiadas en Múnich y allí, Septiembre Negro, asesinó a once atletas israelíes) coloco a Rajmáninov, su primera sinfonía. “¡Hombre, algo serio!”, me increpa mi progenitora. “¡Pa serio Shostakovich, no?!”, le contesto, y me guiño un ojo a mí mismo porque sé lo que viene ahora. Y aparece ella (madre) por la puerta del salón con un libro recién extraído de la estantería del pasillo (Pena De Vida, de Manuel Tarín Iglesias -que además se lo he regalado yo recientemente-). “¡A ti te ha dado un payá con el Shosta, verdad?!”. Sonrío y callo mientras pienso en el pobre compositor y en Bulgákov, en todas las cartas que mandaron al malvado hijo de puta de Stalin para que les dejase a uno componer y al otro escribir (eso me pasa con el Shosta). Y me pega una colleja, “¡contesta, coña!”.

…que es como decir nada

Cuando comienzo esta columna avuelaplumera suena ya la segunda sinfonía (en Mi menor, opus 27) de Rajmáninov; para mi gusto (que es bastante tórpido), mucho mejor que la primera. Y me percato de que no estoy escribiendo sobre aquello que había pensado: la enemistad entre Porpora y Haendel debida a las ganas de llevárselo tò crudo del napolitano, ¡qué ansia, chacho!, pa quedar después sumido en la indigencia más catastrófica (el entierro, de tercera, se lo pagaron los músicos de su ciudad natal). El Leviatán le fue a visitar.

Pues yastà!, de perdíos, al río!: los Carnavales de Cài son una cosa (seria y hermosa) que yo no he seguido hasta hace muy poco tiempo (4 años, no más), y lo empecé a hacer por la insistencia de mi amiga Mónica Fernández (que tanto nos dio de buen comer y buen beber en el Mesón El Ibérico de la Plaza de San Juan) y de mis amigos Heliodoro “Peter” del Campo Martín-Moyano y Javier “Ranita” Aláez Cidoncha, y este último es integrante de un coro emeritense (Coromía) que participa en dicha modalidad en los Carnavales de Cádiz, ¡y los tíos están en cuartos de final (que es la rehostia)!. El video (youtube) que recoge el momento en que su nombre es dicho por el jurado para pasar a la siguiente eliminatoria es la viva imagen de la felicidad, ¡una explosión! Enhorabuena a dicho coro y a todos sus integrantes. ¡Ah!, pa terminar: Brueghel El Viejo me hace fliparlo con su obra, «Combate entre don carnal y doña Cuaresma», que aunque pintado pahí parriba, donde El Sol Que No Calienta, es muy, pero que muy de Cádiz.

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