Amílcar Cabral. Alonso Torres.

Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

Estaba leyendo un libro de esos que leía para quitarse “espesuras mentales”, como él llamaba a los escritos políticos y filosóficos, marxistas en su mayoría (habían “entrado” en esa categoría últimamente ciertas obras de cristianos, revolucionarios, of course!), también poblaban ese grupo de “espesuras mentales” coetáneos suyos panafricanistas, y el libro que tenía entre manos, para liberarse, puro entretenimiento, era de un ruso de “segunda fila”, un coronel médico del ejército soviético llamado Yuri Guerman, que en la IIª G.M., había trabajado con ahínco en los buques sanitarios de la URSS (que tanto tuvieron que agradecer a las técnicas médicas empleadas por primera vez en el bando republicano por los británicos de las Brigadas Internacionales en la puta guerra in-civil española). El libro en cuestión era una saga, una de esas que tanto gustan a los eslavos, titulada, “Mi ser querido”, donde se narraban las aventuras y desventuras, sobre todo desventuras, de los soviéticos/rusos durante “La Gran Guerra Patria”.

Deja a un lado el libro, sobre una pequeña mesa auxiliar colocada a su derecha donde se encuentra el teléfono y mira por la ventana, y lo que ve es el mar, el mar. “¡Qué difícil es superar al padre!”, piensa en voz alta. “¡Qué difícil es llegar, ni tan siquiera, a las suelas de los zapatos de los Lérmontov, los Pushkin, los Gógol, los Turguèniev, los Tolstoi, los Dostoievski, los Chèjov, las Ajmátova, las Tsvetàieva…!”. No volverá a coger el libro nunca más. Se levanta y se apresura hacia su escritorio, <<Al hablar del “derecho de los pueblos a la autodeterminación” nos referimos generosamente a la totalidad de un “pueblo”, a una unidad social y políticamente homogénea, pero exactamente tal noción corresponde a ciertas categorías de la ideología burguesa que han sido objeto de una revisión radical por parte de la teoría marxista…>>. Fue lo último que escribió.

Asesinado en enero de 1973, en circunstancias todavía por esclarecerse, Amílcar Cabral no alcanzó a presenciar la declaración de independencia de Guinea-Bissau, ni la caída de uno de los más antiguos imperios coloniales europeos, Portugal, en la seguida Revolución del 25 de abril del 1974. Su nombre, sin embargo, quedó indeleblemente asociado a dicho proceso histórico. África no es la madre de todos los monstruos, como escribiera el mentiroso de Heródoto, es otra cosa, es donde las estrellas refulgen con más intensidad…

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