Desde mi ventana
Carmen Heras

Tengo el convencimiento de que todos formamos parte viva de la sociedad, y de alguna manera influimos en la marcha de ella. De ahí que siempre piense en las múltiples razones para tomar partido en cualquier causa de interés general que se precie, aunque la razón me diga lo contrario. Supongo que, de idéntica forma que a mi, a muchos hombres y mujeres les pasa lo mismo. Como seres libres somos importantes en nuestra especificidad, aunque minúsculos en el conjunto inmenso del mundo y sus accidentes. Responsables ciudadanos, con derechos y deberes, para coadyuvar, incluso con nuestras limitaciones.

Está de moda el llamado pin parental, que no me digan que no es un nombre rebuscado entre otros. Como en muchos debates, ha dividido hasta extremos terribles, la discusión pública. La escuela y la educación en el centro de la diana, y por caminos insospechados. Incidiendo en la patria potestad de los padres y lo contrario. Las declaraciones de algunos, desde dentro y desde fuera del Gobierno no han servido para calmar los ánimos. Parece no existir tiempo para razonamientos serenos, o no interesar que los haya, todos a la carrera detrás del rédito político de los votos, de la aceptación popular, o del artículo como protagonistas. A la defensiva.

Se colabora con el desorden existente cuando desoímos las opiniones de los expertos

Yo echo en falta la voz sosegada de los expertos: de los enseñantes, de los que dicen defender la Constitución, de los psicólogos y pedagogos educativos y de tantos otros intervinientes en el proceso escolar. Puesto que trabajan la parte práctica de un discurso, la coherencia del hacer siempre puede ajustar, desde la moderación, una voz reflexiva.

Es cierto que el ruido de la disputa cubre las voces razonables, pero al igual que un ingeniero no dejaría el juicio sobre su obra a los simpáticos amateurs que se asoman a ver la nueva construcción, me parece bastante limitado que los únicos que hablen sobre un asunto importante sean los políticos profesionales o las administraciones. Y que apenas hablen los técnicos de la materia.

Creo que llegados a este punto, los ciudadanos debieran, desde la corrección y el respeto, dejarse oir bastante más. Porque saben. La institución escolar necesita cambios importantes, sin duda, y para hacerlos, debiera escuchar seriamente a todas las partes que intervienen en su quehacer, pero está claro que hacerlo desde la crispación de una tribuna política, no garantizará los resultados adecuados para la educación de tantos niños.

Se colabora con el desorden existente cuando desoímos las opiniones de los expertos, contrastadas por su trayectoria y trabajo, pero también cuando no queremos dar nuestra opinión y permitimos que el debate lo hagan otros que radicalizan cualquier asunto desde una concepción de la vida en blanco y negro, sin matizaciones. Siempre recuerdo la elaboración de la LOGSE. Se hizo desde la decencia de la consulta a los profesionales, una y otra vez, y otra. Y las que hicieron falta. Por eso fue tan crucial, porque salió desde el convencimiento de una gran mayoría, con la fortaleza de unos pactos sopesados y no desde la crispación de unas fuerzas políticas que parecen abundar en testosterona.

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