Las paredes de El Gran Café, Arte en las ventanas. Cora Ibáñez.

Las crónicas de Cora
Cora Ibáñez

Las paredes del Gran Café se llenan hoy de savia. Los colores del otoño lucen con su máxima intensidad y regalan a la vista miradores abiertos a las sensaciones, gracias a los pinceles de Belén Corchero. Tonos cálidos que nos evocan rincones olvidados a los que, en muchas ocasiones, no prestamos atención. Pero la energía aparece indiscutiblemente a través de la serie cromática de verdes intensos que desplazan a los pigmentos terrosos y rojizos, suavizándolos con la caricia potente de los hibiscos en sus distintas fases, haciendo un guiño al movimiento sutil de los insectos que pululan alrededor de tanta flora.

Los marcos de las ventanas y las tapias con historia son los visionarios indiscutibles del paso del tiempo, entre hojas sujetas al ciclo de la vida y las estaciones, combinadas con los cambios de luz y sus contrastes. Todo flota en ese mágico diluir de emociones con la apasionada voz expuesta en las finas pinceladas y motivos íntimos de la artista, cuando se mezclan los carotinoides y las antocianinas para conjugar un naranja expresivo y feroz en antítesis con la disminución de la clorofila en el otoño más amable.

Descubrimos la poesía del rosa, junto al nostálgico canto de malvas y ocres en un placer intrínseco en el que se vislumbra la esencia primigenia en todo su esplendor, que resurge entre las grietas y el cansancio del transcurrir de cada época en esos muros simples que resaltan con su brillo esperanzador y juegan con el lenguaje satinado del trabajo indiscutible de Belén Corchero a favor del arte.

Artículo anteriorTiene que llover (a cántaros)
Artículo siguienteChuscolescencia programada

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí