Política. José A. Secas

Historias de Plutón
José A. Secas

Creo que el cuento de “La princesa busca el amor” de Jorge Bucay expone una forma de amar muy intensa, arriesgada, romántica y, posiblemente, escasa. El final es tan sorprendente y la moraleja tan dura y rotunda que casi se nos escapan detalles de esa relación (inalcanzada) como son la falta de información, los prejuicios, el estado de dominancia, la arrogancia, el miedo, el orgullo o el puro desconocimiento de las circunstancias.

Y ahora viene lo bueno: yo -ingenuo de mí- me lanzo a hablar y aportar mi juicio u opinión a propósito de algo que, supuestamente, usted debe conocer (o no). Puedo, incluso, reventarle el final a quien no conozca el cuento y generar opiniones a favor o en contra de mi punto de vista, dependiendo de que quien lo lea sea afín o contrario a mis criterios o, aún más probable, le caiga en gracia o me odie (cordialmente).

A la mayoría de nosotros no nos tienen que “convencer”

Así me resulta el ruido mediático, la información desbocada, el bla-bla-bla, el patatín, el patatán, el esto, lo otro y lo de más allá. Gente (políticos, periodistas, tertulianos, profesionales, docentes, líderes religiosos, enteradillos y demás parlanchines) hablando de cosas que presuponen que los demás entienden, aceptan o, al menos, están interesados en ellas. Hablan desde la ignorancia de la receptividad de sus interlocutores, poseídos por un impulso comunicador en una sola dirección, donde no se escucha al receptor del mensaje (es imposible) y, lo que es peor, no hacen nada por, antes de soltar el rollo, informarse si la charla que van a vomitar, les importa un pimiento (o más) a la concurrencia.

Mucho peor es cuando el que habla (lo siento, ahora pienso, sobre todo, en los políticos) construye su discurso desde sus intereses y no habla desde el corazón o, al menos, desde la integridad y la ética que, supuestamente, deberían impregnar la política. Comunican un mensaje estudiado, fatuo y básico, que responde a una estrategia, con un fin manipulador, muchas veces, sin entender de lo que hablan y sin profundizar en el tema tratado; y solo con el ánimo de “convencer” y captar un voto. Es terrible y descorazonador comprobar cómo utilizan impunemente herramientas burdas y despreciables como la mentira, el miedo y la violencia hacia el “contrario”. Son discursos tan tristes y poco constructivos que, a mi, me duelen y me cansan.

Imagino que todo esto -la política, las elecciones y estas cosas que nos están pasando- son parte del juego y nos lo tenemos que comer con patatas y con arroz. Me produce nauseas este régimen, de verdad. Yo soy de los decididos (como el 80%). También soy de los que no necesito que me toquen las palmas y me jaleen. Tampoco me gusta que las personas que aprecio y defienden ideas positivas caigan en los errores de la maledicencia, el desprecio y la mentira. A la mayoría de nosotros no nos tienen que “convencer”. Si toda esa mierda que sueltan por la boquita y nosotros tragamos es para “convencer” a los indecisos, creo que lo están haciendo mal.

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