El último diente de leche
Víctor M. Jiménez

Cuando el hambre me despierta, de pensarte se me hace la boca agua.

Tal vez es cierto síndrome de abstinencia o el resultado de unos dados lanzados por la mano del otoño.

Me levanto, voy a la cocina y abro la despensa: solo hay un frasco a medias de besos en su jugo sobre una balda cubierta de polvo.

El olor desagradable y una nata verdosa le dicen a mi instinto que el ayuno no es tan malo. Entonces pliego el deseo y vuelvo a la cama con el ruido de tripas vacías como banda sonora del resto de la noche.

Artículo anteriorAgenda semana del 25 al 30 de marzo
Artículo siguienteY yo decía que no hablaba de política…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí