Ser feliz

A todos los que somos padres nos han preguntado alguna vez qué queremos que sean nuestros hijos y la respuesta más común es: lo que quieran, pero que sean felices. Pero, ¿qué hacemos nosotros para que lo sean?, les apuntamos a idiomas, a baile, a diferentes deportes…, y está muy bien, pero, ¿les enseñamos la manera de ser felices, conseguir el bienestar y llevar una vida satisfactoria?

Probablemente no, porque a nosotros tampoco nos han enseñado y quizá tengamos alguna noción de conseguir la felicidad y el bienestar asociada a satisfacer las necesidades acumulando bienes de consumo, haciendo que el conseguir un buen sueldo sea la primera prioridad para ellos. Para toda persona que en algún momento, sobretodo en la niñez, ha pasado ciertas necesidades resulta lógico elegir desde esas carencias, aunque está demostrado por numerosos estudios que una vez colmadas las necesidades más básicas para la vida, el acumular grandes fortunas no incrementa el nivel de felicidad.

Todas las sociedades han mostrado un gran interés por la felicidad, desde el hinduismo, donde nos enseñaban los siete pasos para alcanzar la felicidad, hasta Aristóteles que la consideraba como el bien supremo. La psicología humanista nacida a mediados del siglo XX se acerca al concepto de felicidad, ya que se centra en la persona y en el significado que esta otorga a su experiencia, pero el primer enfoque científico de la felicidad ha llegado de la mano de la psicología positiva a finales del siglo XX.

Y ahora que se ha convertido el bienestar y la felicidad en una ciencia, ¿por qué no nos enfocamos a conseguir ese bienestar?, ¿de quién depende? La salud mental de nuestros niños y adolescentes, se torna cada vez más precaria, agravada por la crisis del COVID. El acoso, las adiciones y, en especial, la prevención del suicidio entre los más jóvenes debería ser una prioridad conocidos los estudios que se están realizando. En la niñez y en la adolescencia se ponen por primera vez de manifiesto problemas que, si no se atienden o si no se disponen de suficientes recursos emocionales para solventarlos, pueden llegar a cronificarse y ser una carga para toda la vida, pudiendo acarrear problemas graves de soledad y exclusión social.

Cada vez hay más voces a favor de incorporar psicólogos educativos en las plantillas de los colegios e institutos dentro del equipo multidisciplinar, para cuidar el bienestar emocional y la salud psicosocial del profesorado, estudiantes y familias. Nuevos modelos de salud mental aparecen y pueden resultar apropiados para combatir esa lacra que estamos padeciendo en la sociedad. El modelo de covitalidad incluye el bienestar para conseguir un estado de salud óptimo y promueve una personalidad resistente a todos los avatares presentes y futuros de la vida. Conseguir un ajuste psicosocial saludable en la infancia, en la adolescencia, en adultos y en adultos mayores debería ser una prioridad de cualquier Gobierno.

FuenteAvuelapluma
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