Santiago Cambero, sociólogo y enredador social como a él le gusta llamarse, en su último libro: Rebeldía inteligente contra la panicofilia, presentado el pasado viernes en el Ateneo de Cáceres, nos invita a reflexionar y movilizarnos para construir una sociedad más justa y participativa, combatir el individualismo y egoísmo, y no dejarnos manejar por los intereses de las grandes corporaciones, que nos incitan a ser esclavos de un consumismo insaciable a través de una felicracia impuesta por la sociedad materialista. Esa tiranía social hace que desconozcamos cuales son nuestras necesidades más básicas, creándonos necesidades falsas relacionadas con el consumismo, las posesiones materiales, el éxito y el poder, apartándonos paulatinamente de nuestros valores e ideales.
Ese estado de panicofilia nos dibuja una realidad y un futuro demoledor, una sociedad que va perdiendo sus raíces, sus valores, convirtiéndose en una sociedad “líquida”, con una gran adición a la inmediatez, como las redes sociales que deliberadamente nos enganchan y nos hace rehenes de sus propósitos. Cuando la inmediatez es el valor fundamental, elegimos conductas de escaso esfuerzo y refuerzo inmediato por otras como leer un libro o mantener una conversación con la familia o amigos, preferimos el refuerzo instantáneo de los videos de pocos segundos, que nos enganchan durante horas y horas en lugar del refuerzo diferido de una buena lectura o del esfuerzo postergado por conseguir alguna meta, lo que nos distancia de valores como la constancia y la voluntad de conseguir propósitos a largo plazo.
Este tipo de sociedad cortoplacista y cambiante, genera en la juventud una falta de control sobre su futuro, percibiéndolo como algo incierto, promoviendo la idea de que cualquier acontecimiento estará determinado por fuerzas externas ajenas a ellos y, además, tendrá un tinte negativo. La falta de control, produce una sensación de indefensión que puede desembocar en una depresión por indefensión y, quizá, pueda estar relacionado con el aumento de casos de suicidio entre los más jóvenes.
No obstante, y a pesar de todo, yo soy de los que tiene una visión positiva de nuestros jóvenes, si bien están viviendo un periodo difícil, inestable, “líquido”, de difícil adaptación por sus numerosos acontecimientos y rápido cambio, creo también que es una generación más comprometida con los desequilibrios sociales, con el medio ambiente, con la solidaridad intergeneracional y con la diversidad sexual. Quizá es una generación que le cuesta más movilizarse y asociarse para combatir las desigualdades, pero creo que su compromiso y valores son mayores de los que nosotros teníamos. Las familias e instituciones debemos fomentar en ellos un espíritu crítico y un sentimiento de capacidad y eficacia, y promover esa movilización, o esa rebeldía inteligente, para ofrecerles caminos y alternativas, y abrirles puertas hacia el compromiso y la concordia entre diferentes, fomentando así su bienestar y una vida significativa.
