Almeida, alcalde de Madrid. Enrique Silveira

La amistad y la palabra
Enrique Silveira

Nosotros, los humanos, sobrevivimos a merced de una larga serie de inclinaciones de las que no nos podemos liberar. Una de ellas es la irremediable tendencia que nos lleva a obtener la mayor cantidad de información y que esta nos sirva como salvaguardia de los acontecimientos que aún están por llegar. La sociedad actual nos ofrece una ingente cantidad de recursos para atesorar esos conocimientos que podrán ser útiles en el futuro, algunos de ellos (internet) impensables hace solo unos pocos años, pero no se desprecian aquellos ancestrales que han sido una solución para vencer a la ignorancia desde el inicio de los tiempos y que aún no han perdido vigencia. Me refiero al atávico uso de preguntar por aquello que desconoces y que otros más instruidos pueden aclararte para empequeñecer tu ignorancia: no existe mayor honor que el de enseñar al que no sabe. Estas, sin duda, son las preguntas más dignas y no suelen provocar disgusto en quien las recibe, pero otras van cargadas de perversidad y promueven una reacción del interpelado no tan afable. Se deben distinguir entre estas últimas las interrogantes impertinentes que buscan conocer las intimidades del requerido, aquellas de las que solo los más próximos deben enterarse y que son protegidas por la coraza que se abre en contadas ocasiones. No suelen dejar un grato recuerdo estas consultas, como tampoco las denominadas capciosas que no buscan mitigar el desconocimiento, sino muy al contrario enfrentar al cuestionado con una engorrosa respuesta que puede socavar su prestigio. Bien es verdad que ante estas dos modalidades de demandas cabe la posibilidad de escurrir el bulto, eludir la respuesta directa o desenmascarar con argucias al que interpela para que sus miserias aparezcan antes que las tuyas.

El nuevo regidor engulló el anzuelo y se le clavó tan dentro que ni el propio pescador podría sacárselo para devolverlo

El nuevo alcalde de Madrid ha sufrido hace poco un enojoso episodio que ha servido para llenar los informativos. Un hombre avezado, siempre rodeado de periodistas que te acosan sin piedad, no se defendió de manera adecuada ante una cuestión capciosa que no lo aparentaba porque la que la realizaba no era una reportera reconocible, sino una tierna niña en la que no se vislumbraba el menor atisbo de malicia. Con las defensas bajas, confiado y casi entregado ante un público que te recuerda inevitablemente a tus retoños, el nuevo regidor engulló el anzuelo y se le clavó tan dentro que ni el propio pescador podría sacárselo para devolverlo – más o menos indemne – al cauce del río.

Y es que hay preguntas a las que mejor no responder porque la respuesta, sea la que fuere, se volverá inmediatamente contra el encuestado: ¿prefieres a mamá o a papá?; ¿de las parejas que tuviste antes de mí a cuál quisiste más?; ¿ cuál de tus hijos es tu preferido?; ¿ te gusto con los kilitos de ahora o con menos peso como antes?; ¿te has convertido en vegano porque ya no te gusta la carne o porque se ha puesto muy de moda?; ¿ te emocionó más la novela o la película?; ¿te atrajo la música por los Beatles o por los Rolling Stones?; ¿catalán o español?

Si le invitan a elegir entre la Amazonía y Notre Dame, señor alcalde, pues quédese con las dos, que la civilización se nos aparece con muchas caras y todas ellas son reconocibles y apreciables. Y ante la capciosidad, buena cintura o mano izquierda, como prefiera.

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