Libertades individuales. Carmen Heras

Desde mi ventana
Carmen Heras

Aquí, en España, mimetizamos en exceso. Nos asusta tener que pleitear, por lo que impIica de posible pérdida de relaciones sociales en nuestro entorno más inmediato, y cuando lo hacemos, suele ser por cuestiones intrascendentes y casi nunca por asuntos importantes para nuestras vidas. El culto al líder implica una cierta pereza intelectual, que se recubre de lealtad a su persona y lo qué significa, con lo que la conciencia queda a cubierto. Por eso tiene validez el modo cesarista de organización y funcionamiento de los partidos políticos. Lo estamos viendo todos los días, con consecuencias impredecibles. Nadie sabe a ciencia cierta lo qué pasará en un futuro en materias cruciales para este país.

Me gusta la serie en Netflix “Grace and Frankie” no solo por la presentación de sus situaciones limites y sus diálogos inteligentes, sino por el tono de mesura y benevolencia con que trata a sus personajes. Toca temas abruptos, desconcertantes, y lo hace con humor pues sabido es que éste endulza el tratamiento de las emociones. Viendo sus capítulos, entiendo el motivo por el que EEUU nos aventaja en el sentido general de la libertad del individuo, hasta cuando parece confundirse.

La mucha cantidad de datos lleva al mar de fondo de un ruido inconexo y sin matices

Para defendernos de nuestras propias debilidades, los seres humanos solemos justificar muchos de nuestros actos, diciendo que no nos ha quedado más remedio que realizarlos (así o asá) de una manera determinada. Con ello parecemos apuntarnos a una metodología de trabajo que consiste en llevar las situaciones hasta el extremo, para poder hacer, al final, cuando ya no hay recorrido, lo que nos dé la gana.

Piensen ustedes y verán como lo que digo es cierto: una amiga de los tiempos retrógrados, donde todo era tachado de pecaminoso, decía que a los padres había que enseñarles a dar libertad a sus hijos a base de colocarlos en situaciones complicadas. También entonces los líderes sindicales aconsejaban, en las negociaciones con la patronal, exigir al principio lo imposible, en la confianza de conseguir lo recomendable. Supongo que lo siguen haciendo.

Yo me preocuparía si en momentos complejos, las adhesiones de mis próximos fueran por asentimiento total y sin debate. Científicamente no son posibles y si no lo son, cabe el riesgo de que, el día menos previsto, la pirámide social se dé la vuelta -sólo hay que recordar las revoluciones que en el mundo han sido y llevarlo a nuestra pequeña escala-. Adhesiones inquebrantables y sin información, obedecen a una serie de causas (el miedo, entre otras) que lo mismo que unen pueden separar, cuando interese a quien las ofrece. Con idéntico simplismo.

Es sorprendente cómo, en un periodo muy sofisticado en relación a la información y a la tecnología, podemos estar tan desinformados. La mucha cantidad de datos lleva al mar de fondo de un ruido inconexo y sin matices. Hay que organizarlos, relacionarlos y cribarlos para obtener reflexiones medidas y serenas. Y nos manipulan, amigos, nos manipulan.

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