¿Cómo habéis trabajado el texto de este clásico de Shakespeare?

Siempre que trabajamos en Kamikaze nos gusta coger esos textos, que los amamos, pero  transformamos aquellas partes que se han quedado un poco anacrónicas o que de alguna forma no son comprensibles para el público, para intentar establecer un lazo con ese público, una conexión parecida a la que tenía Shakespeare con los espectadores.

La cuestión es que el autor inglés cuenta historias que habían pasado hacia pocos siglos y que el público controlaba, una crítica o una mofa que el público conocía. Ahora eso se pierde porque no tenemos conocimientos de la historia inglesa, bueno, no sabemos ni la española… y ahí tenemos que intervenir de alguna manera para establecer esa conexión con el público, donde los personajes tienen lazos también muy claros con las cosas que estaban ocurriendo en esa actualidad.

Queremos conseguir algo más profundo.

Luchas de poder, corrupción, crímenes… ¿cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia en Ricardo III?

Shakespeare se sigue representando de manera asidua porque tiene una gran capacidad para desnudar el alma humana, para hablar de aquellas cosas que, pasen los siglos que pasen, siguen siendo actuales y que nos permiten de alguna manera observarlos. Por eso es uno de los autores más grandes.

Las obras de Shakespeare tiene una contemporaneidad intrínseca y son universales. Se habla de la Inglaterra del siglo XV pero es fácil compararlo con la España del 2020.

¿Cómo ha sido el trabajo actoral?

Hay una propuesta estética donde no se ha querido especificar el tiempo ni la época. El lugar es Inglaterra, pero no se sabe si estamos en el siglo XV, en el XIX o en la mitad del XX. Hemos buscado un espacio nuevo, una especie de ‘no lugar’, que pueda contener a todos los lugares y a la modernidad.

De pronto, aparecen micros, sobre todo Ricardo, que utiliza ese micro como elemento de seducción para alentar a las masas. Este es uno de los grandes temas de Ricardo III, de como un ser puede seducir a las masas para que dejen de pensar. Resulta paradójico que mil personas, en vez de pensar mejor, piensan peor que una sola. Una masa puede actuar como un solo idiota… ese es uno de los temas de Ricardo III…

¿Cómo habéis trabajado la puesta en escena?

El espacio es muy abierto. Shakespeare implica siempre muchos cambios de vestuario, de escena, de lugar… de esta forma podemos transformar el escenario con la luz y con el sonido, sobre todo con el sonido, que es muy poderoso.

Hay casi una banda sonora que ha compuesto Arnau Vilà para este tipo de cosas y un proyector de vídeo que acompaña y clarifica estos espacios. El montaje es muy dinámico,  permite enlazar las escenas unas con otras de la manera más vertiginosa posible. Estos elementos audiovisuales permiten acceder a información, que en el caso de Ricardo III es bastante ardua, y sobre todo hay una serie de linajes, que tienen que ver con la saga familiar y que si no la conoces bien.

Hay elementos bastante expresionistas en cuanto a la luz y vestuario, sí.

¿Y el sentido del humor?

Es uno de los grandes personajes de Shakespeare porque es malvado, amoral pero con una gran capacidad para desarrollar el cinismo, la ironía, la mofa… y resultar seductor y divertido.

Hemos ahondado más en ese aspecto; mi idea de Ricardo no tiene tanto que ver la idea romántica del hombre inteligente que se dedica a manipular. Yo creo que es más como un bufón que se sabe tocado por la retórica y por esa capacidad poderosa que tiene para subyugar a los demás y la utiliza de manera descarada. Todo eso provoca que sea muy seductor.

A la gente que tenemos moral, en general, nos sorprende la gente que no tiene ningún tipo de moral y que parecen liberados. Ahí es donde surge este tipo de humor que va más allá del sarcasmo de una primera lectura.

¿Cómo estás viviendo el trato que recibe la cultura en estos días de pandemia?

Con mucha incertidumbre y temor. El tratamiento está siendo absolutamente devastador, no habíamos salido de la primeras consecuencia de la primera oleada y ya estamos en la segunda… siguen un poco en esa temática en la que los aviones pueden ir llenos pero los teatros tienen que tener limitaciones de aforo. El teatro fue lo primero que se cerró y lo último que se abrió, por lo que el sector sigue muy tocado. Si te das cuenta es un sector que tiene que ver con el entretenimiento y con la calidad de vida de los ciudadanos en esta especie de hecatombe que estamos sufriendo. La crisis nos afecta de manera directa.

Todo lo que tiene que ver con las artes vivas tiene una situación muy preocupante y más cuando vemos la incapacidad de gestión de los políticos, ya no digo con certezas, pero sí con al menos, algo de coherencia. En el caso de Madrid es bastante paradigmático el desastre absoluto y la dejación de funciones.

En cualquier caso el teatro sigue siendo necesario ¿por qué crees que es importante que el Clásico de Cáceres se celebre y por qué tenemos que ir a ver ‘Ricardo III’?

Yo no sé si el teatro es necesario, no sé si la cultura es necesaria… no sé si es necesario ver una puesta de sol o dar un paseo por un bosque, leer un libro o estar en una playa con las personas a las que quieres, relajado con la brisa.

Lo necesario solo es comer y ver para seguir vivo y respirar, pero si quitas todas estas cosas la vida es una basura.

Evidentemente, es un vehículo para reflexionar sobre nosotros mismos a los que solos no podemos llegar. La cultura sea la solución absoluta pero es un bálsamo para poder salir adelante.

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