Con ánimo de discrepar
Víctor Casco

Mientras escribo estas líneas, me llega la noticia de que el actual Alcalde de Olivenza ha decidido no ceder ninguna instalación municipal donde situar ese museo de los horrores que un franquista confeso pretendía ubicar en Extremadura, en Olivenza, bajo el equívoco nombre de “Museo de la caza”.

Expliquemos la historia:

Hace unos días, el periódico “El País” realizaba una entrevista a un franquista cazador. Un millonario, hijo de terratenientes pacenses que se destacaron durante la guerra civil en los tribunales represores fascistas, denunciando y llevando ante el pelotón a todos aquellos jornaleros extremeños que habían protagonizado las luchas por la Reforma Agraria durante la II República. El hijo de estos criminales hizo sus negocios en la sanidad privada.

La entrevista no tiene desperdicio. Es un manual de lo casposo

 

Y como todo hijo de millonarios, le sobraba tiempo. Tiempo que consumó cazando más de 400 especies, incluyendo animales en peligro de extinción. Los cadáveres de este holocausto son los que pretende traer a nuestra tierra para formar parte de un “museo” a su mayor gloria. Dice que no quiere complicarle la vida a su familia, una vez que sea llamado por el Dios ante su presencia. Y como no quiere que su familia tenga que verse en la tesitura de tirar al contenedor miles de animales muertos, mejor que se vayan a la tierra de sus padres, a un edificio puesto por algún incauto ayuntamiento y con alguna generosa contribución de la Junta de Extremadura, que debería poner, nos dice el cazador franquista, 10 o 12 millones de euros.

La entrevista no tiene desperdicio. Es un manual de lo casposo. Un epítome de la España más negra, más cateta y más esperpéntica. Parece sacado, la respuestas a las preguntas en la entrevista y el personaje, de “La escopeta nacional” de Berlanga.

Tal ha sido el escándalo que al final la Junta ha tenido que dar marcha atrás y Olivenza a anunciado que no, que no habrá “Museo de la Caza”. Gracias sean dadas a los dioses, porque tremendo hubiera sido que en esta región, donde no tenemos museo de la ciencia y donde hay yacimientos arqueológicos abandonados por falta de inversión, si pudiéramos tener un Museo de los horrores en un edificio histórico cedido por Olivenza y sufragado con 10 millones de euros por la Junta.

 

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