Lluvia. Felipe Fernández

c.q.d.
Felipe Fernández

Si la cosa no cambia, dentro de muy poco vamos a tener que aplicar canciones y ritos varios para atraer la lluvia. Podríamos empezar por la canción de Les Luthiers que da el título a estas palabras a ver si acaso; podríamos indagar en el folclore de nuestros pueblos –siempre tan agrícolas- a ver lo que encontramos; podríamos recuperar ritos de otros lugares, de otras tribus incluso allende los mares, incluso disfrazados de carnavales, todo sea por la causa. Fuera de bromas, la situación es ya bastante crítica.

Necesitaríamos de manera urgente que el inefable anticiclón de las Azores moviera sus posaderas para dejar entrar las primeras borrascas otoñales que refrescaran el ambiente –los veranos son cada vez más largos en esta tierra- y mojaran nuestros campos, marchitos y amarillos a partes iguales. Darse un paseo por los campos extremeños en estos días es tan polvoriento como desolador.

Entre el sol, aun pujante en lo alto, y el intensísimo color del paisaje, vuelves a casa saturado, con la mirada dolida. Entretanto, mientras el anticiclón se mueve o no, sería bueno que movilizáramos todos nuestros sentidos, cánticos, divinidades, estampitas y oraciones posibles para intentar modificar el devenir meteorológico.

Bien es verdad que, sin pasarse, no sea que luego el efecto se prolongue y empecemos a solicitar lo contrario, algo tan cotidiano, tan nuestro. No lo olvidemos, “nunca llueve a gusto de todos”.

Cuenta la leyenda que una mujer con cinco hijos varones había pedido en cada nacimiento a todos sus santos habituales que le trajeran la ansiada niña. Tal es así que, en cada espera, elegía un nombre femenino por si acaso y, una vez completada la decepción, elegía otro distinto para evitar el mal fario.

Y así con el segundo, y con el tercero, y con el cuarto… hasta que nació el quinto y comprendió que sus ruegos no serían satisfechos. Aunque nunca llegó a asimilar la falta de respuesta a sus persistentes oraciones, su inquebrantable fe la mantuvo dentro de su religión sin moverse ni un ápice.

No lo olvidemos, «nunca llueve a gusto de todos»

Por eso, cuando empezaron a llegar las nietas, todas en femenino, hembras las cinco primeras, resolvió que sus oraciones habían sido atendidas, aunque de manera tardía y quedó tan satisfecha como sus envidiables creencias se lo permitieron. Así que, mejor no caer en el desánimo.

Aunque las perspectivas y los mapas del tiempo no nos sean propicios, no perdamos la esperanza y sigamos con nuestros ritos: ¡Lluvia, ven!

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