Las crónicas de Cora
Cora Ibáñez
Después de un tiempo sabático en el que mi cabeza ha estado ocupada en asuntos inútiles, angustias diversas y problemas de otra índole, he llegado a un punto en el cual he necesitado quedar mi mente en blanco, limpia y reseteada. Y para ello qué mejor que no pensar en nada trascendente. Ayuda mucho, en este periplo, el tener un trabajo más o menos rutinario y no muchos altibajos en la vida personal.
Existen varios recursos a tener en cuenta a la hora de proceder al vaciado total del cerebro.
Uno de ellos, por supuesto, es leer libros que no conlleven mucha envergadura filosófica profunda, de esos que más bien usas para pasar el rato, con desenlaces cercanos y satisfactorios y que, en un momento dado, te obliguen a cerrar los ojos y dormitar plácidamente tumbada en un sofá confortable.
Recomiendo mirar las musarañas de vez en cuando, dejando divagar la imaginación
Por otro lado, mantener conversaciones insustanciales o escuchar música relajante, sin letras que interrumpan el curso del vertido de información enquistada en la sesera, también ayuda en el proceso, al igual que buscar online películas ñoñas, ponerte delante del ordenador y dedicarte a no pensar en hora y media. Una actividad que no requiere ningún esfuerzo. Es más, si sigues tumbada en el sofá, puede que se repita el acto de abrazarte a Morfeo con suma facilidad.
Recomiendo también, mirar las musarañas de vez en cuando, dejando divagar la imaginación por esos mundos de la fantasía particular, sin mayor relevancia y sin ocupar el tiempo nada más que para respirar y subsistir como si de un hongo común se tratara.
Todo ello contribuirá a dejar un bonito y plano cerebro que nos servirá, probablemente, para que después de un breve paréntesis, pueda volver a llenarse de cosas inútiles, angustias diversas y problemas de toda índole, por lo que considero que, de vez en cuando, esta sea una práctica recurrente en nuestras vidas y que no dejemos de trabajarlo con máxima dedicación.