Debates Inaplazables. Emilia Guijarro.

Lunes de papel
Emilia Guijarro

Estamos en periodo electoral, en esos momentos de la historia de un país en la que todo se ralentiza y se para, pero este tiempo no puede alargarse demasiado porque cada día surgen cuestiones que hay que regular. Hay que formar gobierno ya, porque los españoles estamos a la espera de asuntos de gran importancia para nuestra vida y, por extensión, para nuestra muerte. 
A la vista de la decisión de la Audiencia Provincial de Madrid de devolver al juzgado de Violencia contra la Mujer la muerte por eutanasia, por suicidio asistido, de María José Carrasco, en contra del criterio de la fiscalía y de la propia magistrada, vemos que es urgente regular una ley que tiene una gran demanda social.

Es inaudito pensar que su esposo, que la ha cuidado con amor durante tantos años, deshecho por el dolor de asistir al deterioro físico y mental, y por sus constante sufrimiento, tenga que pasar por el calvario de una acusación de violencia de género, a pesar de que la magistrada que estudió el caso no vio ningún indicio de cualquier clase de maltrato.

Necesitamos un gobierno que plantee los límites del «insoportable sufrimiento psíquico»

Pero así son las cosas en un país en el que una cosa es la justicia y otra la aplicación de las leyes. La violencia de género tiene muchos adversarios, desde el que la banaliza al que la niega directamente, la minimiza, la iguala con las denuncias falsas, o no quiere ver la realidad de las cifras que avanzan inexorablemente cada año desde que hay datos en todos los lugares del mundo.


A veces las sinrazones se juntan y al tema de la violencia se une la eutanasia, el aborto, la homosexualidad, la investigación genética y todo aquello que suponga un paso adelante hacia otras formas de entender nuestra relación como seres humanos con nuestra vida y nuestro cuerpo.


Estas fuerzas ideológicamente conservadoras lo único que no han podido evitar es el suicidio, todo lo demás entra en el campo de lo prohibido. Necesitamos un gobierno que con la tranquilidad de un panorama estable aborde tantas cuestiones pendientes, que inicie el debate sobre la eutanasia «la dulce muerte» como la llamaron los griegos, que cuando le pusieron ese nombre ya entendieron que frente a la mala muerte había otra forma de morir, en paz, con dignidad, en su casa, rodeado de sus seres queridos. Necesitamos un gobierno que plantee los límites del «insoportable sufrimiento psíquico», como ha ocurrido en Holanda con la jovencísima Noa, porque ante casos tan complejos como el suyo solo nos quedan las dudas, las cuestiones sin respuesta.

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