Lunes de papel
Emilia Guijarro
El 12 de enero de 1998, hace veintiún años, a los cincuenta y seis años, murió Ramón Sampedro mediante un suicidio asistido. A pesar del tiempo transcurrido el tetrapléjico gallego sigue siendo un referente de la lucha por la legalización de la eutanasia. Intentó sin éxito que la justicia le permitiera acabar con su vida legalmente. Como todos sabemos, no pudo cumplir su deseo y acabó con su vida ayudado por su novia, que sigue dedicando su vida a la causa que compartió con él.
Detrás de él y a lo largo de estos años han sido otros los que han elegido el suicidio como forma de morir, porque, a su juicio, su vida no tenía sentido y su sufrimiento era insoportable: «Si estás viendo este vídeo es que he conseguido cumplir mi deseo de morir, es que soy feliz». Así se expresaba otro enfermo incurable con unas largas expectativas de vida. Y añadía que lo que más sufrimiento le producía era morir en la clandestinidad.
La semana pasada volvió a saltar a la actualidad el tema de la mano de una vecina de Portugalete. Esta vez sus familiares han decidido hacer público su drama y emprender una campaña para que se desbloquee en el Congreso de los Diputados, por parte de los partidos de la oposición, la propuesta de ley de despenalizar las conductas que ayuden morir con dignidad y concienciar a la sociedad de la necesidad de cumplir con la voluntad de su madre, que ya en el año 2006 dijo aquello de «Cuando no recuerde vuestro nombre habrá llegado el momento de decir adiós». A esta petición se ha unido el Ayuntamiento de Portugalete que ha apoyado la petición por unanimidad de todos los grupos políticos, con ausencia del único concejal del partido popular. Son muchas las firmas recogidas para que la ley salga adelante cuando se dan, como es este caso, los requisitos requeridos, la voluntad libremente expresada y el sufrimiento insoportable y que entremos a formar parte de los países de nuestro entorno: Holanda, Bélgica y otros tantos que tienen legalizada la eutanasia.