Una crónica mundana. José A. Secas.

Historias de Plutón
José A. Secas

Hay días que merecen ser recordados (y contados). El pasado viernes 21 acudí al llamado de Jero para ver en la Filmo un corto suyo del 2008 que se proyectaba antes de la película de turno. El corto, estuvo muy bien y, tal y como dijo Sergio, ya despunta la personalidad que este gran cineasta paisano nos muestra y desarrolla en su cine -deseoso de que llegue su próximo estreno- con la combinación de reflexión, cine social y cine de género, trufado con sorpresa y -cada vez mejor- con una excelente factura. La película (El Hoyo; galardonada de Sitges 2019) que siguió al cortometraje, nos dejó impactados (en mayor o en menor medida) y dio pie a una serie de reflexiones y comentarios que sirvieron de excusa para trenzar un rosario de gratificantes conversaciones que nos llevarían a desparramar, idear, beber, reírnos y seguir charlando inteligente y divertidamente durante una buena parte de la noche… y beber (ah, perdón, eso ya lo he dicho).

Luego pasaron más cosas pero eso ya no cabe en esta crónica mundana

Desde las referencias a “Brigadoon”, pueblo escocés y película de culto de Vicente Minelli (1954) que mencionan los Waterboys en su mítica canción “The hole of the moon”, también con las frases lapidarias y mensajes contundentes que tan bien recuerda y saca a colación el siempre brillante Alonso, hasta la exposición vehemente y disparatada de ideas para carnaval -este feliz encuentro fue anterior- donde reclamábamos el espíritu estético, original e individualista de Venecia, frente al amontone calentorro y borreguil del Río o poníamos en funcionamiento una “casa del terror” en el casoplón (con entrada por Galarza) de la calle Zurbarán, 2 de la propia Plaza de la Concepción, o en la cárcel vieja o en el mismísimo Hospital (ya casi abandonado y muy propio para eso -terror-, y mucho más).

Estuvimos mucho rato y muy a gustito en La Conce y Jorge nos sirvió un pastrami de rechupete (especialidad de la casa) del que no dejamos ni una piquitos para engañar. Apareció Vicente -qué voz, señores, qué voz- y allí surgió la idea de la baraja cacerense. Desarrollamos la pedrada y la convertimos en un álbum de cromos coleccionables con los caretos de ilustres cacereños encarnado los personajes de la baraja de cartas española. Ya teníamos los cuatro caballeros y al rey de bastos, de copas; nos faltaban tres reyes y cuatro sotas. Candidatos, no faltaban. Más risas. Otra ronda. Inmortalizamos este momento. Luego le cantamos a Vicente el japiberdis tuyú y el feliz feliz en tu día cuando se fue yendo. Memorable.

Ya de subida al remate de la noche, montamos, imaginariamente, una coctelería salvaje en el antiguo y mítico local de La Cueva, en la calle Clavellinas. Un negrazo en la puerta y una rubia despampanante en la barra. Se llamaría “El puto infierno” y se servirían los combinados (o solos) de alcohol más selectos y canallas de la ciudad. Íbamos semi-finos. Luego pasaron más cosas pero eso ya no cabe en esta crónica mundana. Quelevamosace…

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