Miedo no, gracias. José A. Secas

Historias de Plutón
José A. Secas

Voy a transmitiros un par de teorías o tres; por aquello de poder decir uno lo que piensa (y dar las gracias); nada más (y nada menos). Me voy a despachar. Voy: Pienso que zapear las noticias es bueno; no tanto como apagar la tele, pero puede valer. El maldito COVID-19 ha envenenado al mundo con ese miedo tan primario y salvaje que permite aflorar los instintos más bajos del género humano. Es ahora, viendo a la manada huyendo o agazapada en sus madrigueras, cuando se nota que estamos en los remotos anales del género humano. Parece que nos gusta sentir el aliento del depredador pegado al culo. Es patético. Es la forma más escandalosamente asquerosa -caben muchos adjetivos despectivos- de desperdiciar el presente y de contagiar la desesperada e inútil angustia por ¡¡saber que vas a morir!!

Me gustan las personas que generan, crean y comparten. Las personas que animan, que construyen y que aplauden. Las que sonríen, las que abrazan y las que cuidan. Me encantan la gente que ve el vaso medio lleno, la que sueña despierta y la que silba por la calle. Me gustan los educados, respetuosos, tolerantes y positivos seres humanos que existen (y me encuentro cada día). Me aterra que se contagien de miedo (retransmitido en directo por la prensa amarilla y alarmista) y que la mala energía que transmiten los afectados y los que están “en riesgo de”, alcance a socavar las murallas de quienes vivimos, con más o menos consciencia y fortuna, la vida que nos ha tocado, con sentido común y buena educación (humor aparte).

Me encantan la gente que ve el vaso medio lleno, la que sueña despierta y la que silba por la calle

No comparto (ni en la vida virtual ni en la vida real) las malas noticias y los malos rollos. No sigo conversaciones para enjuiciar, criticar o, directamente, vilipendiar (lo que viene siendo ponerte a escurrir) al prójimo. Es cansado recibir y conservar malos sentimientos; agotador. Te das cuenta de que hay tanto por vivir que desperdiciar el presente en este tipo de actividades te roba la vida; que es lo único que tienes. Nada más.

Por último, quiero hacer un llamado a las personas que lean esto y se sientan identificados, a que hagan lo mismo: vivir. Por favor, deténganse en los detalles sabrosos y sencillos de la vida y párense a paladearlos con delectación. Vivan el presente con plenitud y buena disposición. Recuerden que lo que verdaderamente satisface y hace a uno feliz es concentrar en esa vida el mayor grado y capacidad de amar del que se disponga y se pueda generar. Olvídese de la fuerza que contrarresta y socava el inmenso poder del amor: el miedo. Destierre los temores; no sirve de nada preocuparse por cosas que pueden (o no) pasar y, además, no están en nuestras manos. Sentido común y alegría. Eso es lo que quiero ver en su actitud y su cara. Gracias; la mayoría de nosotros lo estamos haciendo muy bien.

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