Goyo Tovar. Alzapiernas, calle Parras

Dudas de papel
Goyo Tovar

Cáceres casi se ha vaciado en agosto, época apropiada para visitarla. A las seis de la tarde el bullicio sigue dormitando salvo una pandilla de bicicleteros osados que ejercitan sus violentos malabares lo mismo en aceras que en calzadas y que encuentran todo el tránsito en verde: pues han aprendido que los semáforos tienen siempre una cara permisible y entienden que pueden cambiar su condición de peatón o conductor según les plazca. También es la hora de las mujercitas que se desplazan silenciosas y veloces sobre patinete.

Caminas rodeado de sorpresas e incertidumbres, así que me dedico a contemplar los peligros desde un terraza llena de sombra. Poca gente y muchos perros. Los gorriones siguen escondidos. Como no se ven vacas ni tampoco gallinas, bien me creo que es una ciudad. Decido entonces visitar el enclave más top de este año. Es una callejita cómoda cuando se utiliza para desembocar en la calle Moret e incómoda cuando se asciende a la Calle Parras. Se llama Alzapiernas, que lo mismo el erudito e ilustrado Fernando Jiménez Berrocal nos sorprende de nuevo con un documento comunal que nos introduzca en su origen, razón y nomenclatura.

La pendiente callejina está flanqueada por dos comercios/negocios en sentido ascendente y coronada por otro par al abrigo de la calle Parras. En el tránsito se enclavan modestos escaparates y sencillos bloques de viviendas distribuidas en dos/tres plantas: total, como mucho, una media docena de familias y cuatro negocios familiares jalonan a izquierda y derecha un trayecto de unos treinta metros.

Poca gente y muchos perros

Pues al sentir del Gobierno Municipal de entonces se diseñó una actuación urbanística encaminada a invertir “de manera sostenible e integrada” casi medio millón de euros europeos para remozar, adaptar, mejorar, modernizar y todas las céteras que usted disponga. El parto de los cerros es una semiescalera mecánica que aún no sé si solo sirve para subir o para bajar.

Si el mismo criterio inversor se aplicase en toda la ciudad, teniendo en cuenta a sus noventa mil habitantes y sus cientos de negocios, se necesitarían unos siete mil millones de euros europeos para que todo el mundo se sintiera tratado por igual con la receta EDUSI. Y esa es mi primera gran duda para esta temporada de otoño invierno: no sé que se podría hacer con esa pasta.

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