Conversaciones en el gimnasio. Clorinda Powers

Mi ojito derecho
Clorinda Powers

Pablo. Así se llama uno de los semidioses monitores que nos observan con paciencia a nosotros, los mortales, en la sala de máquinas del gimnasio. No es la primera vez que Pablo me dirige la palabra (por todos es sabido que los semidioses monitores son los que deciden hablar con los mortales y no al revés). Es la segunda.

Primero, rompe el hielo con sus poderosos bíceps y bromea sobre mi decisión de pedalear flojito a la vez que ojeo el periódico del día. Pero enseguida me pregunta: ¿Y qué opinas tú de lo de Amancio Ortega?

Y así es cómo comienza la segunda conversación sobre política con un semidiós desconocido más larga y agradable que recuerdo haber tenido. Y en lo de agradable nada tienen que ver sus poderosos bíceps, sino su capacidad de escucha, su empatía y una clara intención de conocer otro punto de vista, el mío.

Dejé que él y el resto de mortales allí presentes admiraran mis axilas de mujer segura y empoderada

La primera conversación que mantuvimos sobre política surgió de la misma manera: yo pedaleaba flojito a la vez que ojeaba el periódico y sus bíceps se acercaron a mí y me dijeron: ahí solo hay mentiras. Entonces yo miré mis bíceps y tuve claro quién tenía las de perder. Así que, en un brillante y magistral ejemplo de estrategia militar, alcé mis brazos y coloqué mis manos detrás de mi nuca, como si me acomodara en una almohada de piel y huesos, y de esta guisa, dejé que él y el resto de mortales allí presentes admiraran mis axilas de mujer segura y empoderada. Exactamente como las de todos ellos: sin depilar.

Y ahora que ambos reconocíamos estar en igualdad de condiciones, comenzamos a charlar animadamente sobre Carmena, sobre Errejón, sobre las izquierdas, sobre las derechas, sobre los pactos y sobre las virtudes del diálogo.

Ir al gimnasio ya me gustaba de antes. Ver a Floriano pasarlo regular en pantalón corto y calcetín alto es un aliciente, no voy a decir que no. Pero acercarme (o mejor dicho, que se acerquen a mí) a semidioses personas con las que aparentemente no tengo nada que ver, es un bonus que hoy en día no me da ni mi jefe.

Votemos este domingo. Y votemos bien. Nos lo digo a nosotras, a las mujeres, nos depilemos las axilas como Carmen Calvo o nos las dejemos al natural, como Clorinda Powers. Pero votemos por nosotras, que por ellos ya lo hemos hecho demasiadas veces (y no nos ha servido de nada).

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