Historias de Plutón /
JOSE A. SECAS
Con el brodel Kiko ando liado con asuntos empresariales pero en nuestras conversaciones -siempre- nos queda mucho tiempo para profundizar en el ser y en el espíritu humano; para filosofar y engrandecernos. Esto viene a cuento porque en nuestra penúltima charla convenimos que el hombre, más que a aprender en esta vida, ha venido a sentir y a experimentar y que con ese criterio hay que enfocar la actitud vital. Algunos se dan cuenta, otros, simplemente, tropiezan en sentimientos reiterativos una y otra vez y, en todo caso, experimentan sensaciones para las que están más o menos preparados y ante las que abren en mayor o menor medida su consciencia.
En la divertida y memorable fiesta de cumpleaños de la entrañable Jose, tuve tiempo de charlar con Ricardo sobre el proceso creativo y el impacto de diferentes artes y manifestaciones artísticas en las personas. Hablamos del don, de la inspiración, del duende, de la facilidad que tienen, o no, las personas para acercarse, comprender y sentir el arte y también de lo que supone la cultura y la educación artística para saber valorarlo y apreciarlo. Estuvimos de acuerdo en destacar la capacidad de conmover y hacer sentir que tiene el arte en general y de cómo algunas disciplinas entran en nuestro ser de un modo más directo que otras. Hablamos también de la necesidad de expresarse que tiene el artista y de cómo, definitivamente, lo hace con mayor o menor acierto, con mejores o peores resultados, con más o menos técnica, gracia o arte; pero, al final: ¡hace!; mientras que la audiencia, el público, los espectadores, los clientes, los fans, muy atentos, expectantes, receptivos o ávidos, simplemente, esperan. Al final de tan entretenida charla y ante la dificultad de baremar y codificar el impacto sobre los sentimientos como espectador o receptor de obras de arte, elucubramos con la teoría de que algunos sentidos son más sensibles a despertar emociones que otros y convinimos que la música emociona más que nada hasta que nos acordamos de los hombres primitivos expresándose a través de las pinturas rupestres… vayapordioss.
La conversación pudo dar más de si, si no fuera porque, en el fragor de la fiesta, el baile, el alcohol y la presencia de tantos amigos nos distrajo. Las conclusiones a las que llegamos pueden resumirse así: El arte nos estimula a sentir (placenteramente) y esto es lo que, de verdad, nos satisface como seres humanos. El arte trasciende la capacidad de comunicación y toca todos los palos: informa, testimonia, evoca, provoca sentimientos, nos identifica, nos sitúa, nos hace pensar y nos alborota y revuelve a través del estímulo de los sentidos y, por consiguiente, de nuestro intelecto. El arte nos emociona y, en definitiva, hace que nos sintamos vivos.
Una canción, un cuadro, una poesía, una fotografía, una escultura (como versiones condensadas y “más simples”) o un edificio, una sinfonía, una novela, una obra de teatro o una película (como modelos más complejos o elaborados) siempre nos van a conmover, a transmitir y comunicar. Y ahora yo me pregunto, ¿un artículo de opinión en un semanario gratuito de provincias, también es “arte”? y yo mismo me respondo: Si (y sonrío).