Jimina Sabadú, autora de la novela 'Las Palmeras'

Los zombies no siempre han estado de moda… ¿en qué momento se te ocurre escribir una novela de muertos vivientes?

En 2006, durante el Festival de Comedia de Peñíscola, que ya no existe. Fue saliendo del hotel y viendo a unas personas caminar penosamente por la playa. No estaban de moda los zombies. Un tiempo después se pusieron de moda otra vez, con una vuelta audiovisual, además, muy interesante.

Recuerdo una crítica de Jordi Costa que decía que los zombis son “sacos de metáforas”. Monedero, en otra línea, dijo en una película llamada ‘Gente en sitios’ (de Juan Cavestany, uno de los directores de la maravillosa ‘Vergüenza’) que representan el capitalismo porque llevan las vísceras por fuera, y porque son todo lo que no funciona en nuestra sociedad. Zombis al final somos todos. Si el hombre es un ser para la muerte (a Heiddeger se lo leí, no es mío, por supuesto) esto es parte de una fiesta que no tiene finalidad concreta. Como todas las fiestas, por otro lado.

El punto de partida es un mordisco en un estadio de fútbol y el desenfrenado tratamiento mediático. Sin hacer spoilers, me gustaría profundizar un poco más sobre el papel de la prensa en tu novela

‘Las palmeras’ habla bastante de la desidia como actitud ante la vida. Cuando empecé a escribir la novela la prensa no era lo que es hoy. Tiene gracia (en la ficción, porque en la realidad no tiene puta gracia) que la información tenga un sesgo tan evidente. Pero el lector parece bastante satisfecho. Es comprensible. No hay nada que produzca más bienestar que alguien por encima diciéndote tienes razón. En estos momentos me gustaría abrir un periódico en el que hubiera una noticia a dos páginas con el titular “Todo va a salir bien”.

La realidad imita al arte… ¿Qué es exactamente el brote?

Es una enfermedad que tiene síntomas generales (fiebre, malestar, dolor muscular, problemas gastrointestinales), pero que crea algo parecido a muertos vivientes por los que nadie se preocupa. Por supuesto si uno te alcanza y te muerde, te contagias. En eso he sido muy heterodoxa. Había unos capítulos con una explicación, pero cayeron. Esta novela trata de un mundo en el que nadie escucha pero en el que todo el mundo habla. Nadie quiere saber qué es el brote realmente, sino qué hay en el brote que confirme sus creencias, miedos, y prejuicios. El brote es culpa del gobierno, de la CIA, de los euroescépticos, de los gitanos, de los moros, de los chinos, de los maricones, del capitalismo, de la explotación de la Madre Tierra y de lo que haga falta.

Los protagonistas de tu novela ‘Las Palmeras’ escapan hacía el sur a recorrer hoteles…

Verónica dice recibir la visita de un fantasma que le dice que el mundo se acabará cuando suenen las palmeras. En vista de que no hay mucho que hacer, convence a su ex novio para hacer un viaje esperando ese momento. No hay nada más irreal que la costa en temporada baja. La novela transcurre en agosto, pero con una alerta sanitaria los hoteles no están muy llenos.

¿Cuál es tu particular visión del apocalipsis?

Creo que el mundo se ha acabado muchas veces. Mueren muchos para que unos pocos rehagan las cosas. Cada solución da pie a tres o cuatro problemas nuevos. La auténtica fuerza destructora para mi es la histeria colectiva, muy por encima del odio. El odio y la locura pueden ser fuerzas creadoras, pero nada bueno sale nunca de una masa de gente llevada por sentimientos exaltados.

Además, el tarot, el ocultismo, el satanismo es importante en la narración. Cuéntame un poco más sobre esto.

Lo del satanismo empezó un poco como una broma que fue tomando entidad. En algún momento llegúe a una noticia sobre Calpe: unos buceadores habían encontrado unos restos humanos en una bolsa, junto al peñón de Ifach. Con los restos había una estatuilla que representaba una deidad asiria (si no recuerdo mal) y los nombres de unos pacenses. No hubo seguimiento de la noticia, así que me quedé sin conocer el desenlace. Al mismo tiempo decidí tomar el ejemplo de Philip K. Dick, que escribió una de sus mejores novelas, ‘El hombre en el castillo’ (que recomiendo cien por cien para el confinamiento) siguiendo los dictados del I Ching. Me aficioné al tarot -se me da como hongos- y reescribí siguiendo sus indicaciones. Me obsesioné un poco, pero es fascinante. Se aprende mucho. El “I ching” es palabra y el tarot es imagen. Hay muchas formas de aproximarse al tarot, y la mayor parte son lamentables. Yo usé, por filia personal, la baraja de Rider y Waite. Estas cosas me vienen por el fanzine ‘Mondo Brutto’.

Luego está la iconografía que rodea al satanismo: nada que ver con su realidad de paredes de gotelé color crema, cortinas brillantes, y gente haciendo rituales pochos en la cocina con encimera de formica. Es un mundo irresistible, como comprenderás.

Sin duda, la novela ‘Las Palmeras’ es lectura obligada para pasar esta situación tan extraña ¿Dónde la compramos?

Aunque en alguna empresa se sigue vendiendo en papel, yo no soy partidaria de hacer salir a trabajar a un señor desprotegido para algo suntuario. De momento se pude comprar en digital en todas las plataformas. Yo soy más de leer en papel, pero de momento es lo que hay. Aunque es una historia que rima bastante con el momento actual, tiene muchos puntos de comedia y el final puede ser hasta esperanzador. Según cómo se mire.

Ahora sí, que si no te lo pregunto reviento, hablemos del discurso del rey.

Aún me cuesta creer lo que ha sucedido. Tras el discurso del rey (que no vi entero), al ver que se despedía con un “arriba los corazones” (no es una cita literal) fotografié una página del libro y subí la foto con una uña hecha polvo que lo llego a saber y me la pinto. Puse “tengo poderes”, en referencia a que en la novela el rey daba un discurso genérico cuando el ambiente estaba crispado y había pasado demasiado tiempo. Tomé algunas frases del discurso que dio tras la consulta de Cataluña, que te valen igual para una elecciones ilegales que para una invasión zombie, y algunas personas que conocían la novela lo retuitearon. Y alguien puso “¿Quién ha escrito esta puta mierda de discurso?” en referencia al discurso del rey. Juan Soto Ivars señaló mi tuit, y la gente, que es muy especial, empezó a darlo por literal.

Por la mañana tenía el móvil estallando de menciones: el rey me había plagiado el discurso. La gente afirmaba sin pudor que era el mismo discurso. Intenté desmentirlo y me acusaron de haber plagiado yo el discurso y también acusaron al rey de haberse plagiado a si mismo. Y es raro, porque todo esto se puede comprobar sin ningún esfuerzo. Pero da igual. Siguió viajando y hasta me llamaron de ‘Todo es mentira’ para explicarlo. Dio igual.

Unas horas después el libro era ‘Palmeras en la nieve’ (que transcurre en Cuba en 1953) y el plagiador era Pedro Sánchez. Esa tarde ya el plagiador era Pablo Iglesias y el libro se llamaba ‘Palmeras de Jimina’ de Zubaldu. A saber quién es Zubaldu. Entre medias me acusaron de haber creado la confusión para vender más. Pero cómo voy a venderle una escoba a gente que no es capaz de leer un texto de dos párrafos. En el remoto caso de que consiguieran recordar el título de la novela (de la mia, de la de Luz Gabás, o la de Zubaldu) tendrían que llegar hasta una librería y salir de allí con un libro, y probablemente volverían a casa con unos ruedines de bici, alpiste para canarios, o con varias lonchas de mortadela.

Es una pena que se haya instaurado algo tan peligroso como reenviar cualquier cosa que te llega. Si lo pone en Internet es cierto. No se para qué se gastan algunos gobiernos dinero en difundir noticias falsas si ya lo hacemos nosotros, que somos tontos. Inexplicable que no nos hayamos extinguido aún.

Por último, después de ser casi una visionaria ¿cuáles son tus próximos proyectos?

Entre otros proyectos tengo un musical (a ver qué pasa tras todo esto), una serie (idem), un libro sobre las apps de ligar (ensayo) y una novela corta sobre pijos en Tarifa. Quedan por delante unas cuantas semanas de confinamiento y creo que terminaré unas cuantas cosas. Por lo pronto he ordenado la cocina. Es increíble la de sitio que tengo ahora.

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