La bruja Circe
Vivimos en un mundo de dualidad, por un lado los avances de la tecnología ponen a nuestro alcance el estudio de nuestro ADN, que nos permite caminar el hilo de nuestras generaciones y unirnos a los ancestros y, por otra, la corriente social y la moda nos aísla, aparta, niños de mayores por los intereses u horarios, abuelos de nietos a menos que se necesite a los abuelos, los profesionales de mediana edad más o menos triunfadores, de sus viejos padres, ya molestos y siempre culpables, sea por lo que sea y responsable de todo tipo de traumas o de problemas en las relaciones.
Escucho y leo sobre la crianza respetuosa y algo tan simple y natural, como tratar a tu hijo como un ser humano, respetando sus necesidades, veo que se transforma una y otra vez en un alejamiento de las raíces.
Cambia en darle todo los caprichos, como hacían con los niños de la realeza, entonces la moda era apartarlos de su supuestamente tóxicas madres y no es eso, eso es falta de respeto.
Hoy la tendencia, propicia imponer al niño sobre la madre, que pasa a ser la criadora del niño, imponerlo sobre la pareja, haciéndolo habitar en medio de ella y rompiendo su intimidad durante tres años irrecuperables, propicia apartarlo de sus ancestros, tan anticuados y perjudiciales de repente.
Qué problemático es mantener el equilibrio entre individualidad, raíces y globalidad. Solo los que nunca tuvieron a nadie porque fueron arrancados de sus raíces y crecieron sin ellas, entienden su importancia.
Mis raíces son la distancia entre ser simplemente humana y recordar que he nacido de alguien, crecido en familia que he sido acunado y como brillaban los ojos de mis abuelos o se le escapa a un asomo de sonrisa.
Dicen que cuando te separas a ti mismo de tus raíces, te pierdes. Esto parece ser cíclico, esa tendencia se repite, como moda o por causa de creencias, nacionalidad, religión, tradiciones, esta separación alimenta la violencia.
Hay técnicas como las constelaciones familiares, creadas para encontrar ese equilibrio perdido por el desarraigo, por una guerra u otro trauma, y yo pienso, la de clientes que esta corriente pediátrica va a aportarles.
A mí me recuerda un poco al viejo intento de criar un niño aislado, sin contactos, tema muy controvertido dictado por Roseau durante la revolución francesa.
Decantarse por un camino, nos priva de todos los demás, escoger es renunciar y apartarse de tus raíces produce la enfermedad del desarraigo y lo pagará la próxima generación.
Si dices que respetas a tu hijo le privas de sus raíces , te engañas, claro que no serán perfectas, pero son propias y nada en el mundo vive sin raíces, tendrá que conocerlas y respetarlas incluso conocer sus fallos, porque son el.
Los seres humanos, al igual que las plantas y los animales, necesitamos de un suelo nutrido, a veces nutrido con dolor, para vivir y entender, no solo los nombres de los que nos precedieron, sino sus circunstancias y así descubrir nuestro camino propio y responsabilizarnos de él, dejando atrás el runrún de ser niños.