Minimalismos
Vicente Rodríguez Lázaro

(A la Torre de las Cigüeñas y a Diego de Cáceres Ovando)

Necesitaba volver al palacio, ahora transformado en la sede del Gobierno Militar de la ciudad. Tenía que entrar y recordar a su regreso cada una de sus paredes y rincones. Ello mitigaría la desazón que oprimía su alma ahora que, sin saber el porqué, había resucitado.

Entró satisfecho, con las sensaciones singulares que puede experimentar alguien que ya carece de un cuerpo físico. Había una exposición muy curiosa de gorras y sombreros militares. La visitó despacio, con atención, asombrándose ante la evolución de los trajes y vestimentas de los siglos posteriores. Ascendió hacia la torre, la única que conservaba las almenas originales gracias a la merced que le concedieron los Reyes Católicos por sus fieles servicios. Contempló la ciudad, había crecido demasiado y había cambiado para mejor, ahora se presentaba como un remanso de paz, sobre todo en aquellos rincones donde corrió la sangre en abundancia.

No necesitaba descender, su voluntad etérea le permitía desaparecer cuando lo deseara. Así lo haría, a la caída del sol, sereno ya, tras comprobar que su Cáceres había evolucionado y trascendido a un pasado turbulento.

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