¿Cuándo cogiste una cámara por primera vez y sentiste que la fotografía iba a formar parte de tu vida?

Cogí la cámara por primera vez cuando tenía unos siete u ocho años. Fue uno de los tesoros que mi padre llevó a casa. Teníamos un vecino que tenía un estudio de fotografía y le contagió el entusiasmo por la imagen. En ese momento quién iba a imaginar que yo iba a ser fotógrafa. Era una maravilla cuando íbamos a recoger el carrete revelado después de las vacaciones de verano.

En realidad, creo que éramos demasiado agradecidos ya que ahora miro algunas imágenes y claro… Todavía recuerdo que aquel momento épico que iba a aparecer en la foto, luego no lo era tanto. Pero siempre es muy divertido verlas.

En tu larga trayectoria has sido reconocida por retratos a personalidades como Camarón, Lou Reed o Gonzalo Torrente Ballester, pero también por tus reportajes sociales y fotografías de viajes. ¿Es muy diferente capturar la esencia de un personaje, de un lugar o de un contexto social?

Siempre que hay personas delante de un objetivo hay que tener una forma para estar delante de ellas. Ya sea un personaje famoso o una persona dentro de un ambiente concreto. Es diferente por las circunstancias que los rodean, también al fotógrafo o fotógrafa, pero el respeto y la empatía deben estar siempre ahí presente. También el saber encontrar el momento de disparar, poder buscar el equilibrio entre la búsqueda de un buen retrato y el abuso de ambición por querer conseguir una gran foto. La fotografía de paisaje es ya algo distinto, claro. Solo exige paciencia con uno mismo.

«Lo importante es ser noble y honesto con lo que ve la cámara»

En regiones como Chiapas y Libia has retratado realidades complejas, ¿cómo se equilibra la objetividad periodística con la sensibilidad necesaria para abordar estos temas? ¿La fotografía da voz a quien muchas veces no la tiene?

La fotografía siempre ha sido muy importante para poder mostrar otro tipo de realidades, ajenas en principio, a nuestros ojos. Es necesaria como un medio para dar a conocer y poner en evidencia abusos y situaciones injustas, para intentar enseñar las distintas partes de un conflicto, por eso siempre ha servido para dar esa voz.

Es muy difícil ser objetivo al cien por cien, porque todo está tamizado por la luz que define nuestras propias pupilas. Pero fotografiar trata de contar lo que tienes delante y eso no quiere decir que siempre te guste eso que tienes enfrente de ti. Lo importante es ser noble y honesto con lo que ve la cámara.

El 29 de octubre, la DANA cambió las historias de miles de personas, sepultó sus casas e incluso borró sus recuerdos. ¿Cómo nacen los retratos de la DANA?

Nacen de la observación. Al trabajar por mi cuenta no puedo siempre salir donde quiero, porque en esos lugares donde ocurre la noticia ya están desplazados todos los medios y sus respectivos periodistas y fotógrafos. Tampoco me gusta la sensación de ir a un parque de atracciones, donde todo el mundo va de visita con sus móviles… Por eso esperé a que surgiera algo que yo pudiera hacer y sentirme bien haciéndolo. Fue entonces cuando vi el proyecto de la Universidad de Valencia que trataba de recuperar y restaurar fotografías dañadas por la DANA. Me pareció muy interesante, ya que si tiraba del hilo de ellas podía contar las historias de esas personas que estaban detrás. Y fue un reportaje muy bonito, porque brotó a través de personas maravillosas que tuve la gran suerte de encontrar.

En un reportaje sobre los retratos de la Dana y el proyecto “Salvem les fotos”, de la Universidad de Valencia, te oí decir que “cuando se nos borra la memoria, no sabemos dónde está nuestra alma”. ¿De qué manera ayudan tus fotografías a mantener esa memoria más viva que nunca?

Las imágenes mantienen la memoria y la hacen crecer. Yo creo que cada vez que miramos una foto depositamos en ella algo nuevo. En realidad, es algo más complejo. Es un tema muy largo de explicar para mí, ya que lo he destilado a través de los muchos años que llevo haciendo fotos. Toda una vida ya.

En el caso de los retratos de la DANA vi cómo estas personas recurrían a sus álbumes para recordar lo que habían vivido en sus casas destrozadas por el agua. Todos sus recuerdos físicos se habían perdido, pero ¿y los otros? Las fotos nos ayudan a recordar lo que vamos depositando, sin querer, en el alma. Eso está claro. Si desaparecen, desaparece parte de nuestra memoria a través de los años.

Con tus fotografías cuentas muchas historias a través de las imágenes, ¿cómo consigues que cada foto cuente su propia historia?

No siempre es fácil, pero lo intento, o a veces no lo intento, pero sale solo; me refiero a que es una forma de ser, supongo. No puedo fotografiar, sin más. Sin querer siempre ando buscando algo, es una inquietud…

FuenteAvuelapluma
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