Siendo de Navalmoral de la Mata, ¿cómo ha sido tu camino hasta hacerte un nombre en la industria del cine?

Cuando era niño no podía ni siquiera pensar en la posibilidad de ser director de cine. Igual que uno no podía plantearse ser astronauta o piloto de Fórmula 1. Simplemente no existía un camino ni referentes cercanos a los que emular habiéndose criado en un pueblo de provincias. Por lo que de niño me limité a hacer lo que hacen los niños: jugar e imaginar. Una vez crecí y tras terminar mis estudios en Ingeniería de Telecomunicaciones sentí que tenía que dar un golpe de timón a mi vida, abandonar el determinismo social y seguir mi verdadera pasión: el cine. Y aunque desconocía el camino empecé a andar. Y andando uno se tropieza con piedras y se levanta, se desvía y se vuelve a encontrar, pero lo importante es que, como decía Machado, «se hace camino al andar».

Detrás de cada director hay un espectador apasionado, ¿recuerdas la primera película que te impactó y te hizo pensar «quiero dedicarme a esto”?

En mi caso, no surgió tanto por una película en concreto como con la experiencia en sí misma. Los recuerdos son borrosos y, probablemente, poco certeros, pero recuerdo que entrar en los cines de mi pueblo suponía para mí una experiencia muy cercana a la que sienten los católicos al entrar en una iglesia. Recuerdo la primera impresión de los posters, las dudas en la taquilla, el camino de expectación hacia la sala con el olor a maíz tostado y, una vez dentro, la linterna del acomodador, la textura aterciopelada de las butacas, la luz que indicaba los descansos, el hipnótico traqueteo del proyector y las reacciones del público: las risas, los silencios, las lágrimas e incluso algún que otro beso clandestino en la oscuridad. Y, por si todo esto fuera poco, después estaban las películas. ¡Cómo no amar el cine!

Tu trilogía Luz & Oscuridad ha sido aclamada internacionalmente. ¿Qué te inspiró a crear estos cortometrajes y qué mensaje querías transmitir con ellos?

Lo de enviar mensajes se lo dejo a Correos… Me interesa más el cine de preguntas que el de respuestas. La trilogía propone una reflexión en torno a los límites del bien y el mal en la humanidad desde tres prismas diferentes: la familia, la política y la guerra. Todos ellos bajo el paraguas de la religión explorando el concepto de “alma”. Y en términos estrictamente cinematográficos cada cortometraje es un ejercicio de estilo con respecto a las fases o estados de la evolución narrativa de la imagen: pintura, fotografía y cine. Aunque son episodios individuales los tres comparten varias características: atemporalidad, suspense en blanco y negro, mismo leitmotiv musical y cierto carácter experimental en términos de expresividad formal. Más allá del reconocimiento en cuanto a premios y festivales, la verdad es que tengo mucho cariño a esta trilogía y me encanta cuando alumnos jóvenes de escuelas de cine citan alguno de estos cortometrajes como referente de sus proyectos. El cine, al final, busca conectar y trascender.

«Recuerdo que entrar en los cines de mi pueblo suponía para mí una experiencia muy cercana a la que sienten los católicos al entrar en una iglesia»

Tin & Tina, tu primer largometraje, adapta uno de tus cortos más conocidos. ¿Cómo fue el proceso de expandir la historia y qué desafíos enfrentaste en esta transición al cine de mayor duración?

Cuando era pequeño mi abuela -muy católica- me inculcó estas creencias y seguí el proceso ortodoxo de bautismo, comunión, catequismo, confirmación, etc… Sin embargo, mi propia curiosidad me llevó a leer la Biblia y muy pronto comencé a sentirme invadido por imágenes crueles y violentas que me llevaron a sentir miedo. Se suponía que debía amar a Dios, pero el mismo texto sagrado me había llevado a temerle. Miedo a pecar, miedo a blasfemar, miedo a no ir al cielo. Esta controversia entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad que encierra cualquier religión (y sus consiguientes fanatismos) fue lo que me llevó a explorar el tema en un cortometraje que realicé en 2013 (el primero de la trilogía) y que, diez años más tarde, se convertiría en mi primera película: “Tin & Tina”. En el proceso de adaptación tenía claro que no quería que el cortometraje fuese prólogo ni epílogo del largometraje, sino que, de alguna manera, fuese una especie de Big Bang, una explosión en todas direcciones de los personajes, temas y universo.

“Tin & Tina” fue vista en sus primeras semanas en Netflix por más de 50 millones de espectadores y recibió una nominación a los Premios Goya, ¿qué se siente al ver reconocido tu trabajo por el público y también por la industria del cine?

Agradecimiento, por supuesto. Es increíble cómo una historia que un día germinó de una experiencia de mi infancia se convirtió primero en un cortometraje que se rodó en nuestra tierra para más tarde crecer a un largometraje que ha viajado a más de 200 países. De Extremadura al mundo.

Tu cine ha sido comparado con el de Hitchcock, Lynch o Guillermo del Toro. ¿Cómo recibes estas comparaciones y qué directores o películas han marcado tu estilo?

Las recibo, obviamente, con cierta gracia. Ni qué decir tiene que comparar a un pintor que recién empieza con Goya o Picasso pudiera resultar tan atrevido como temerario, a riesgo de que el comparado se sienta tentado a creer que esto es posible. Y Dios me libre de creerlo. En cambio, disfruto mucho el cine de Hitchcock, Lynch o Scorsese -por citar algunos-, también los cuadros de Goya, El Bosco o Helnwein – por citar algunos- y también la música de Extremoduro, Wim Mertens o Mozart -por citar algunos- y supongo que todo lo que nos gusta o atrae de alguna manera se condensa en lo que creamos de manera inconsciente. Si algo aprendí como ingeniero es que las vibraciones se transmiten.

Tras el éxito de Tin & Tina, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente y qué podemos esperar de Rubin Stein en los próximos años?

Hablar de proyectos es como hablar de un cuadro que todavía no se ha pintado y que quizás nunca se pinte. Ahora mismo estoy trabajando en el desarrollo de varios proyectos cinematográficos tanto en España como fuera. Ojalá alguno de ellos vea la luz pronto y pueda contaros más cosas. De momento, como en las películas, hagamos un lento fundido a negro. Y esperemos a ver qué nos depara esta elipsis.

Si pudieras volver atrás y darle un consejo al Rubin Stein que empezaba en el cine, ¿qué le dirías?

“Nunca dejes de ser un niño.”

FuenteAvuelapluma
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