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Con ánimo de discrepar /
VÍCTOR CASCO

Esta es la última columna, amigos lectores, que me vais a leer… hasta septiembre, claro.

El semanario que tan amablemente cobija estas líneas que, bajo el epígrafe de «Con ánimo de discrepar», publico cada 15 días, cierra por vacaciones. Es más, dentro de 10 días yo mismo me voy de vacaciones. Y como dice un conocido mío, las vacaciones son el estado natural del trabajador.

Lamentablemente nuestras autoridades sanitarias y políticas no han sido capaces de vislumbrar los enormes beneficios psicológicos y físicos que nos otorga ese estado natural y se empeñan en reducir los días de asueto a 15 en verano, 30 en el mejor de los casos.

El gran Proudhon nos legó su imprescindible «Derecho a la pereza» y Bertrand Russell habló del «Derecho al ocio»

Sin duda todo español debe tener derecho a un trabajo digno —lo dice la Constitución entre otros muchos derechos que, igualmente, no se cumplen— y en una nación con cinco millones de parados el trabajo es una prioridad. Pero como escribieran algunos clásicos del marxismo y la filosofía, también el descanso debe formar parte de los derechos fundamentales. El gran Proudhon nos legó su imprescindible «Derecho a la pereza» y Bertrand Russell habló del «Derecho al ocio». Señores, si hasta dice el mito que Dios descansó para toda la eternidad tras trabajar seis días.

Descansar toda entonces, amigos. Leer, relajarse, salir con amigos. Leer sobre todo. Olvidarse, siquiera momentáneamente, de problemas e inquietudes y disfrutar de las mañanas, tardes y noches, soñar, abstraerse, no pensar en nada profundo. En fin, vivir, pues como cantara nuestro poeta Fray Luis de León:

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

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