perdone lo siento. Víctor M. Jiménez

El iceberg – Microrrelatos
Víctor M. Jiménez

El sueño venció su ánimo y cerró los ojos.

Un leve golpe en los pies lo despertó. Tres palabras, procedente de una voz suave, se clavaron en su oído: —Perdone, lo siento.

Intentó incorporarse, pero le dolía todo el cuerpo. Tenía la espalda apoyada contra una pared, cerca del escaparate de una zapatería. Sacudió un poco la cabeza y encogió las piernas, que hasta entonces había tenido extendidas en el suelo, de cualquier manera. «Perdone, lo siento». Las palabras sonaban extrañas y lejanas y, sin embargo, sabía que no estaba soñando. Alguien le había pedido disculpas. Se frotó la cara con las manos sucias. Movió la lengua dentro de su boca y recorrió el sabor agrio de unas encías cada vez más despobladas. Se desperezó con fuerza y bostezó. Su mirada enmarañada se clavó en la lata roñosa que estaba junto a él. La tomó en las manos y la sacudió. El sonido unas pocas monedas le tranquilizó. Nadie había tocado su hacienda. «Perdone, lo siento».  El eco de aquella frase latía en su cabeza confusa. Tomó el cartón de vino y lo acabó de un trago. Miró a la izquierda, la gente pasaba con la indiferencia de siempre, luego a la derecha y entonces lo vio. Era un hombre joven, bien vestido. Avanzaba muy despacio, con pasos torpes, casi pegado a la pared. En su mano derecha llevaba un bastón de ciego. Sonrió con amargura. Eso lo explicaba todo.

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