El iceberg – Microrrelatos
Víctor M. Jiménez

Marzo de 2019. La mujer parecía arrancada de un fotograma de la famosa película de Buñuel, Las Hurdes, tierra sin pan, y adherida, a la fuerza, a una realidad distante. Estaba en una calle céntrica, en hora punta, cerca de una tienda de telefonía móvil. Se apoyaba en un bastón y observaba sin asombro. A su alrededor palpitaba la intensa vida de la ciudad. La gente caminaba con prisas, como si los lugares a los que se dirigían fueran a desaparecer en un suspiro. Pasaba casi desapercibida, aunque algunos se daban la vuelta para verter una mirada incrédula sobre la frágil figura negra.

Vanesa pasó por allí y vio a la anciana. A sus, no tan inocentes, dieciséis años, nunca se había encontrado con alguien así. Sin saber muy el motivo, sintió lástima.

—¿La puedo ayudar en algo, señora? —preguntó.

La mujer levantó su rostro cuajado de arrugas y le regaló una mirada llena de gratitud y una sonrisa desdentada.

—No, hija, muchas gracias —respondió la anciana con una voz quebrada por los años—, ahora vienen a recogerme.

Vanesa siguió su camino con la extraña sensación de haber visto un fantasma.

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