Llevas ejerciendo como fotoperiodista más de 30 de años… ¿cómo empezó tu idilio con la cámara? ¿Qué es lo que te fascina de ella?
Para mí la cámara siempre ha sido una especie de excusa para estar en los sitios. Me parece una manera fascinante, de vivir, de acudir a los sitios…
Todo esto empieza cuando mi hermano estudia fotografía en una FP y yo descubro, de alguna manera, que ir con la cámara mola, en aquella época sobre todo. Al principio es así, porque yo no tengo conceptos de fotografía, los voy desarrollando con el tiempo de manera autodidacta.
Sí es cierto que aquellos comienzos eran muy románticos, porque trabajábamos con el blanco y negro y sacábamos nuestras fotos desde que cargábamos el carrete hasta que las entregábamos en el periódico. Durante aquel tiempo, fui mejorando con la excusa de aprender y de llevar encima la cámara. Luego descubrí que esas fotos si son buenas, se publican, pero tienes que argumentar que el trabajo es bueno, porque sino no te mandan a la segunda y así empieza todo.
En este tiempo has cubierto todo tipo de eventos internacionales, conflictos armados… ¿Qué es lo que más te gusta cubrir como fotoperiodista y por qué?
Estar en sitios donde realmente está el tema de actualidad o donde hay situaciones que, de alguna forma, marcan la historia contemporánea. Poder estar ahí es un gran privilegio.
Yo creo que lo que me gusta o me interesa es básicamente eso, el participar de alguna forma con mis fotos en ilustrar esos libros de historia contemporánea. Cualquier asunto que signifique el poder representar y estar en el lugar donde la gente realmente huye, se marcha y tú llegas a ese sitio para saber qué está ocurriendo, esa responsabilidad que es la del fotoperiodista internacional, es algo que me motiva. Es la urgencia de estar en los sitos donde pasan cosas.
Has recibido múltiples premios por todo el mundo y, entre ellos, en 2020 y 2022 ganaste el Premio Pulitzer. De hecho, has sido el primer español que lo recibe a título individual ¿Qué suponen para ti estos reconocimientos?
Uno no está en esta profesión por los premios. El reconocimiento lo que hace son dos cosas: una es afianzar el prestigio del informador, que es muy importante, porque en realidad somos eso, prestigio; y otra es visibilizar lo que esa persona ha hecho. En mi caso, por ejemplo, cada vez que hay un premio se visibiliza el trabajo de uno. Esta parte es muy interesante porque si resulta que hacemos un trabajo que no tiene visibilidad, esta profesión no tiene sentido.
He pagado precios y es obviamente por estar en el terreno
La fotografía protagoniza muchos momentos buenos de tu vida, pero también algunos malos como un secuestro en la franja palestina o una bomba que te hizo perder parte de una pierna ¿Cómo se convive con esa montaña rusa de emociones?
Yo creo que viene en el pack. He enterrado a amigos y estos no lo pueden contar, pero yo sí lo puedo seguir contando. He pagado precios y ese precio obviamente es por estar en el terreno. Si no estamos en el terreno esas cosas no ocurren. En mi caso, ha prevalecido siempre el informar y el fotógrafo tiene que estar ahí para contarlo, poniendo su integridad física. A pesar de todo, lo volvería a hacer.
¿Qué buscas en una foto? ¿Qué debe tener una fotografía perfecta para ti?
Perfecta no existe pero, básicamente, lo que pretendo es que se entienda, es decir, que lo entienda todo el público y que sea todo un lenguaje universal. Este lenguaje universal de la fotografía es lo que más fascina.
Quiero volver de una guerra y que mi hija de 10 años pueda ver esas fotos. Incluso, hay veces que hago fotos para que ella pueda verlas, porque si resulta que hay un sesgo o hay una manera en la que destinamos ese trabajo solamente a un segmento, y el otro segmento decide no verla porque es demasiado dura o realmente puede herir la sensibilidad, entonces estamos limitando a la sociedad. Yo lo que pretendo es que una buena fotografía, si es buena de verdad, sea apta para todos los públicos.
¿Tienes alguna foto sin hacer? Es decir, ¿tienes alguna espina clavada en estos años dedicándote al fotoperiodismo?
Ahora no tengo una espina, tengo un puñal clavado con Gaza. No podemos entrar, ya que nos prohíben la entrada a los informadores. He estado secuestrado en Gaza, he pasado años allá y sé lo que hay. Que no nos permitan ver e informar sobre lo que está ocurriendo no es una espina, es una daga clavada y, actualmente, es la frustración que arrastro.
Alguna vez has dicho que te gusta la adrenalina de llegar antes que nadie a los sitios donde se producen las noticias y capturar esos momentos ¿Cómo ha cambiado el fotoperiodismo con la inmediatez de los móviles y la democratización de la fotografía?
La esencia no ha cambiado. Por ejemplo, cuando he cubierto la guerra de Ucrania, no me he encontrado a gente con móviles, ya que te la juegas al estar ahí. En otros lugares sí. Ahora mismo en Gaza son los móviles los que nos cuentan lo que está ocurriendo.
Creo que el trabajo simultáneo entre esos móviles y nosotros, digamos el periodista de excepción o el observador excepcional que toma algo con su móvil y que lo transmite, es un elemento muy importante para contar qué pasa en el mundo. Pero hay que saber diferenciar en quién lo hace y hay que discernir entre el bulo y la realidad, y quién es el periodista con una fuente determinada o con un prestigio determinado y alguien que realmente se descuelga con un trabajo que no está acreditado. Y ésta es la parte más difícil de todas.