Mi ojito derecho
Clorinda Power
La columna de hoy se iba a titular algo así como A MÍ YA NO ME PUEDEN ENSEÑAR NADA MÁS. Pero hace 30 minutos, la honradez que me caracteriza (sí, qué pasa, soy honrada), me ha obligado a reescribirla de nuevo.
Por distintos motivos, la última semana he charlado con varias personas (amigas, psicóloga y algunas compañeras de trabajo) acerca de la frustración que genera un trabajo donde ya no puedes seguir aprendiendo porque, después de unos años y como es normal, una ya lo ha aprendido todo.
Y en esas andaba yo, pensando que en esta oficina nadie me podía enseñar más de lo que ya sé, cuando mi jefe me ha enviado un email que empezaba así: ¿Me permites un consejo? (Curiosamente en todo el territorio español, esa pregunta siempre es retórica). Y a su email, esta ha sido mi respuesta, más o menos: Ostras, nunca lo había visto desde esa perspectiva. Mil gracias. Lo pongo en práctica desde ya.
Pero es que tiene razón, el tío, mucha razón. Para haceros una idea de la razón que tiene, os diré que es probable que dentro de 10 años le recuerde así: Yo una vez tuve un jefe que me dio un buen consejo que no he dejado de poner en práctica.
Puedo suponer que muchas de las que me leéis sabéis a lo que me refiero (porque os ha pasado) cuando digo que a mí ya no me pueden enseñar nada más, y que eso no tiene nada que ver con la inmodestia sino, más bien, con lo trabajadora, inquieta y curiosa que es una. Y también puedo suponer que muchas de las que me leéis sabéis lo extremadamente raro que es encontrar a alguien que reconozca y agradezca un buen consejo como yo lo he hecho. ¡Y que encima lo quiera poner en práctica!
Y por último y más importante, para las que hayáis pensado que esto era una campaña promocional del capitalismo heteropatriarcal que soportamos, os diré que la mayoría de los días, mi jefe no me enseña absolutamente nada. Por eso, hace media hora decidí que, para un día que aprendo algo de él, el hombre se merece esta columna.
