Historias de Plutón
José A. Secas

Mi vida es de todo menos rutinaria. Muchas veces pienso qué hubiera sido de mi si, tal y como querían mis padres e hicieron casi todos mis hermanos, hubiera aprobado una oposición. El ser funcionario no implica necesariamente rutina, se asocia más a la seguridad de un sueldo que nunca va a fallar y a la estabilidad en el trabajo. ¡Es tan difícil que “te echen”!

Digamos mejor que mi vida es de todo menos estable. Independientemente de que la estabilidad la confieren distintas materias y razones y a cada cual se le puede aplicar una regla distinta a la del vecino, en cuanto a mi y mis circunstancias, puedo asegurar y aseguro que nunca (jamás de los jamases) he tenido un sueldo fijo y continuado, con visos de permanencia, más allá de ocho o diez meses. Eso es lo que me ha durado la estabilidad (económicamente hablando), como mucho.

No creo que el dinero constante y contante, repetido y asegurado dé la felicidad. En mi caso, que presumo de ser un tío feliz por vocación (o japi del to), esta circunstancia no me ha afectado mucho. Me he ido adaptando a las épocas de bonanza o de escasez con un natural sentido de la supervivencia, aunque bien he de decir que uno se adapta mejor a la riqueza que a la pobreza. Ya te digo.

La estabilidad emocional es tanto o más importante que la estabilidad económica, al menos para quien suscribe. Puedo sobrevivir siendo un pobre enamorado con más facilidad que yendo holgado de recursos económicos y como una vaca sin cencerro en el aspecto de amores y tal. Hay refranes que lo confirman y tampoco tengo que acudir al refranero para apuntalar mis creencias. Lo he vivido y lo vivo en mis carnes. Prefiero el amor al dinero. Sin duda.

Es estupendo transitar en una conciencia asentada en el buenrollismo donde uno se siente un privilegiado y donde la suerte consiste en estar vivo, comer, dormir y cobijarse. Te sientes agradecido porque puedes ir más allá de cubrir las necesidades básicas. Vives en el primer mundo y tienes Internet. Eso ya es la pera limonera. Eres tan guays que te mantienes en el estado de no crearte necesidades superfluas y ser feliz con lo -poco- que tienes. Ya está. Es así de fácil.

La ambición y las ganas de tener, las mantienes a raya porque tú lo que quieres es ser. Con aprender, vivir y amar tienes bastante. El mundo de yupi mental es el mejor sitio para residir. No miras al vecino y no tienes ni ganas de ser envidioso. Esto ya te coloca en el ranking de los tipos auténticos. No te quejas, no juzgas, no reprochas… Bah, paparruchas. Te mueres por irte de vacaciones un mes y recorrer cienes de países con una tarjeta de crédito inagotable en el bolsillo. Te encantaría manejar un carro decente en vez de un ciclomotor viejuno, pero lo disimulas bien porque eres listo. Eso me pasa a mi, que soy listo e inasequible al desaliento. Será eso.

Después de parar un ratino y recapitular, echo cuenta de que he hablado de dos de las tres cosas que hay en la vida; solo me falta la salud. Es lo más importante, y lo sabes… También hay una cosa de la vida, la cuarta, que no sale en la canción, cuyo valor es tan grande como la salud: el tiempo. De nada vale tener dinero y un amor si estás malito o no tienes tiempo para disfrutarlo. En fin, más de lo mismo, el eterno equilibrio, la dosis justa de cada medicina para el alma (y el cuerpo). Un poquito de todo, ningún exceso, ninguna carencia. Ahí está la virtud.

No sé cómo me las apaño tan bien para repetirme como las judías, para terminar en los lugares comunes con el discurso cargado de obviedades y verdades de Perogrullo. A veces pienso que las columnas de colaboración literaria deberían ser más cercanas a los microrrelatos que a la sesión de diván de terapeuta. ¿Le importa a alguien las cuitas de los amontonadores de letras como el menda? Definitivamente, no. Estoy seguro que disfrutarían más de una lectura banal, insustancial, fútil, nimia tipo “las diez cosas que debes hacer si vas a Madagascar”. Y en eso andaba yo. En “yo quiero marcha, marcha” o en “I like to more it, move it”, que no es lo mismo, pero es igual.

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