Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco
Capitalismo de amigos. Son varios los economistas que definen así el modelo económico español que desde los años 60 del Franquismo empezó a desarrollarse: un capitalismo donde los negocios operan entre amigos; amigos de infancia, de partido (entonces único, luego bipartidista) de juergas con prostitutas y de saqueos. Lo importante era y es llevarse bien con el ministro, consejero o alcalde que va a sacar a concurso una suculenta oferta. Porque en el capitalismo de amigos de este país el negocio siempre radica en hacerse con importantes contratos del Estado. Ya saben, el Estado es ineficaz e inútil si se trata de mantener un sistema público de pensiones y prestaciones sociales o escuelas y hospitales públicos pero para financiar conciertos educativos y sanitarios o trasvasar el dinero de los impuestos de todos los españoles a unas pocas manos… ah, ahí nuestros “liberales” salivan pensando en papá Estado. Privatización de las ganancias, socialización de las pérdidas de bancos y grandes empresas.
En este país los municipios empezaron a ceder suelo para que cuatro empresas – los amigos, claro – de constructores se forrasen especulando; los presidentes González y Aznar pusieron a sus amiguetes de borracheras al frente de las más rentables empresas públicas españolas – privatizándolas – y Zapatero y Rajoy enviaron a sus ex ministros a sentarse en los consejos de administración de bancos y multinacionales… Y así este sistema de golfos apandadores que se conocen entre ellos, puteros incapaces de hacer una “o” con un canuto pero con muchos contactos – y una agenda completa de clubs de alternes y tiendas de bolsos y relojes para hacer regalos – y políticos prestos a poner la mano para recibir el sobresueldo acordado funcionó a las mil maravillas, perfectamente engrasado.
Hasta que estalló la crisis y descubrimos que no hay dinero para todos. Que se lo han chupado todo. Capitalismo de amigos. Capitalismo a secas, porque siempre es el mismo.
