Lunes de papel
Emilia Guijarro

Hay veces que somos optimistas y nos alegramos por avances conseguidos en derechos, días en que el mundo parece mejor, y hay otras en que la realidad se vuelve tozuda y nos dice que falta mucho por avanzar en materia de igualdad y que ésta es un deseo lejano. Creíamos que muchas prácticas antiguas ya no tenían cabida en la sociedad moderna porque hemos avanzamos en derechos, en investigación, en tecnología pero no siempre para bien.

Hay días que pienso en todas esas mujeres convertidas en incubadoras de los hijos de otros padres, previo pago de una mísera cantidad de dinero en cualquier país del mundo pobre, donde los intermediarios sin escrúpulos venden cuerpos de mujeres para concebir hijos comprados. Los que tienen dinero confunden los deseos con derechos.


Quien ha tenido hijos sabe que no se puede separar el embarazo del apego por el bebé nacido, no somos máquinas

Hay días en que una mujer consigue sentar en el banquillo a un doctor, ya nonagenario, que también se creyó con el derecho a decidir que padres podían tener hijos y a quienes podía robárselos, sin importarle el dolor de esas madres que, tras un parto sano, se volvían a sus casas con los brazos vacíos. Familias pobres, humildes, que hace muchas décadas no tenían los suficientes conocimientos como para dudar de la palabra de todo un doctor pero que han vivido muchos años con más dudas que certezas. Son los otros hijos comprados. También confundieron los deseos con los derechos.


Y así estamos ahora, con días en que sufrimos por esas mujeres ucranianas, indias, o de cualquier país que alquilan su vientre, no sabemos si obligadas por sus familias o no, esclavas de la miseria. Y días en que nos alegramos de ver sentado en el banquillo de los acusados a un delincuente que desde su posición de médico podía cambiar el curso de muchas vidas, previo pago.


Ahora solo falta que la justicia también nos alegre el día haciéndole pagar por todo el mal causado y la sociedad consiga que delitos como esos no prescriban. Y que la sociedad entienda que los vientres de alquiler es una práctica que no tiene nada de altruista y que en estos casos las mujeres gestantes son la parte más débil de la cadena y la que siempre sufre las consecuencias. Quien ha tenido hijos sabe que no se puede separar el embarazo del apego por el bebé nacido, no somos máquinas.

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