El último diente de leche
Víctor M. Jiménez

Ahora que paseo con las manos en los bolsillos por el que fue tu barrio, el recuerdo me espera al abrigo de un palio invisible.

Bajo la atenta mirada del nieto del cuervo de entonces, los besos no nacidos me gritan los tormentos de su condena y las fachadas ocultan, en las hojas descosidas de un almanaque, el perfume de las flores arrancadas una primavera errática.

Ya mi lengua ha perdido el tacto de la fruta que brotaba de tu boca -si es que alguna vez aquello sucedió-.

El adiós sabe a certeza cuando el primer sol de septiembre anuncia el punto de partida de los carruseles.

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