Roberto Villar. El realismo.

La Diputación de Cáceres, en su afán de fomentar la cultura en todos sus ámbitos, convocó sus tradicionales Certámenes Literarios. Durante las próximas semanas realizaremos un recorrido con todos los premiados de este año 2021, a través de entrevistas, para conocer sus perspectivas y lo que supuso para ellos obtener este reconocimiento.

En concreto, el Premio de Cuentos ‘Ciudad de Coria’, que recibió 466 candidaturas de varios países, fue a parar al escritor y guionista argentino Roberto Villar, con quien charlamos sobre su particular visión de la realidad. 

 

Lo primero de todo, en un oficio en muchas ocasiones tan ingrato como es el de escritor, qué supone para ti ganar el ‘Premio de Cuentos Ciudad de Coria’ de la Diputación de Cáceres.

Todo premio implica un reconocimiento, y esto, a su vez, un impulso, una especie de palmada en la espalda que anima a seguir. Habitualmente escribo sin esperar palmadas en la espalda, pero cuando llega una es de agradecer. El reconocimiento económico también es fundamental: es la manera que tiene la palmada de hacerse tangible, efectiva.

 En ‘Humedad variable en el Cabo de San Tadeo’ la acción transcurre en una geografía imaginaria ¿por qué has elegido esa opción?

Nunca tengo un plan previo demasiado perfilado cuando me lanzo a escribir, que es a diario. Los relatos fueron surgiendo -casi todos ellos durante un verano, dos años atrás- y con ellos fue conformándose este territorio imaginario. Digamos que los cuentos comenzaron a reclamar un lugar en el que alojarse. Luego, cuando fui aceptando la idea de que todas las historias transcurrieran en una comarca común, comprendí que lo que me seducía era que los personajes se movieran en un lugar que en el imaginario colectivo es de cercanía, de promesa de felicidad o, al menos, de descanso reparador. Un ámbito vacacional, en principio, invita a no encontrar grandes sobresaltos. Entonces me pareció adecuado plantar en ese envoltorio plácido historias como las que planteo en el libro: críticas, fantásticas, absurdas, disparatadas, pero, al menos esa era la intención inicial y también el desafío, que resultarán creíbles a pesar de lo próximas que están muchas de ellas de “salirse” de la realidad. En todos los cuentos hay un enganche con lo doméstico, lo habitual, con situaciones que todos hemos vivido más o menos de cerca: niños que se pierden en la playa; divorciados que pretenden recuperar el tiempo que sienten haber perdido; gente que muere en el mar buscando un futuro mejor; escritores en busca de ideas; amigos que guardan secretos… pero todo esto atravesado por lo fantástico, por el humor, la ironía, la crítica.

 ¿Tiene algo que ver con la herencia del Realismo Mágico?

No soy consciente de verme influenciado por el realismo mágico. Al menos, no por la lectura concreta de obras de García Márquez o de Rulfo, por ejemplo. Sí, creo que a un nivel menos literario y más social o de idiosincrasia sudaca, por llamarlo así, puedo reconocer algunas herencias. Viví hasta los veintisiete años en Buenos Aires. Eso, vivir allí, tener los amigos que tuve, ver las películas que vi, las series, los dibujos animados -mi cultura, hasta bien entrado en la edad adulta, ha sido sobre todo audiovisual-, y también las primeras lecturas -Verne, Bradbury…- seguramente me han embadurnado de una realidad algo mágica, un poco despegada de la lógica. Luego, claro, ha habido lecturas que aunque me cueste rastrearlas entre lo que escribo, han ido formando mi estilo, o estilos -¿por qué tener un estilo, pudiendo tener cuatro o cinco?-. Y aquí, si me permites, me gustaría dejar plasmadas las paradas más claras del caminito literario que recorrí, del que sí tengo conciencia y al que le estoy muy agradecido: Ray Bradbury, Jorge Luis Borges, John Cheever, Raymond Carver, Antonio Lobo Antunes, Kjell Askildsen, Ian McEwan… También quiero dejar constancia de lo mucho que me gustaría tener la capacidad para agarrarte de la solapa y no soltarte hasta que le viene en gana que tiene Stephen King.

Además, hay espacio para la crítica social a través de herramientas como la ironía… ¿la realidad imita al arte?

Para mí, todo es ficción. Sobre todo, la realidad. Creo que es imposible volcar en palabras cualquier cuestión, cualquier historia sin ‘traicionar’ lo real. Por muy apegado que pretendas estar a los “hechos reales”, por mucha ambición de objetividad periodística que tengas. Una vez que escribes algo, en ese paso, ya estás ficcionalizando -perdón por el palabro- la realidad. Necesariamente, entonces -y a ver si te respondo-, el arte es siempre una interpretación de la realidad: no la imita ni siquiera cuando pretende imitarla fielmente. Todo-es-ficción. Eso sólo, de por sí ya implica aplicarle a la realidad una mirada. En el caso de alguno de los relatos de mi libro esa mirada es claramente crítica, sí. Aunque debo decir que, una vez más, no sé de antemano si lo que estoy contando acabará siendo fantástico, humorístico, crítico o qué. Con frecuencia el azar me va sugiriendo el camino a seguir.

 Por último, ¿me adelantas algo de tus próximos proyectos?

Me gano la vida como guionista, tanto de series como de programas. Es un mundo laboral cambiante, imprevisible e inestable, así es que, en este plano, debo responderte que no sé cuál será mi próximo proyecto. Acabo de terminar de escribir para un programa y estoy trabajando en un proyecto de serie de ciencia ficción en el que me han embarcado -y también a mi hijo Miguel- dos jóvenes y talentosas productoras de Huelva. A nivel puramente literario, continúo colaborando en la revista Adiós Cultural y estoy acabando de escribir una novela de humor -muy absurdo, además-, un género que me encanta. Título provisional: Mi vida está basada en hechos reales. Además, escribo, presento y dirijo un podcast: Crujiente por fuera. Altamente recomendable, si me permites la autopromoción.

 

 

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