Dudas de papel
Goyo Tovar

Recientemente, algunos han aprendido lo que vale una papeleta; a la vez que otros algunos saben lo que cuesta el silencio. Van escalando posiciones estos últimos aunque no se les otorgue escaño parlamentario. Dicen los números que casi la mitad de los andaluces han optado por no pronunciarse quedándose en casita, como si hubiesen profetizado que la otra mitad más abundante confeccionaría un indigestible gazpacho invernal. En estos días postelectorales las cuentas no cuadran al gusto, quizá en espera de otros ingredientes salidos de otra convocatoria electoral.

Si fuésemos como los suizos, no tendríamos miedo a frecuentes consultas para refrendar cuestiones que no tienen por qué aparecer cada cuatro años. De ordinario, la gente se encuentra con problemas y dudas serias sin necesidad de agotar legislaturas. No obstante, sospecho que el sentir ibérico pasa por apartarse de las urnas y tratar de dirimir los debates en la barra del bar o en los modernos mentideros sociales cibernéticos.

Otra vez los andaluces han sembrado los caminos para que nazcan cientos de poetas que lloren las aceitunas y canten a los señoritos

Otra vez los andaluces han sembrado los caminos para que nazcan cientos de poetas que lloren las aceitunas y canten a los señoritos. Todo ello parece estar ganado y las huestes que conocen el valor de un voto y el valor de un silencio, afilan las navajas de luna; aunque, como siempre, pocos leen a Federico. Ni tan siquiera los que lo lloran; pues estamos en tiempos de niebla. Ya no acertamos ni después de las consultas electorales.

La Andalucía de ahora puede estar gobernada por partidos que rechazan condenar los asesinatos de Blas Infante y de Federico García. Arrimándose a las opinadas del genial Saramago, convendrá recordar que los nuevos fascistas no tendrán necesidad de ruidos de sables ni de fusiles con cerrojo; les sobra con prometer y airear cualquiera de las cosas que a usted le guste oír. Los dirigentes políticos al uso se dedican a recoger caprichos del electorado más que a fomentar dudas de cómo enfrentarse a las tensiones provocando el menor daño posible.

Salud digna y trabajo digno producen dignidad, fraternidad y tolerancia. Dicen que los estudios postelectorales son capaces de detectar qué tipo de gente ha cambiado de voto o se ha quedado en el sofá. Yo lo dudo, que es lo mío, pues me parece que tiene el mismo rigor que las certezas de las encuestas preelectorales.

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