Minimalismos
Vicente Rodríguez Lázaro

El silencio abre los ojos, tensa sus oídos y recoge complaciente las notas suaves de una flauta acompasada. Los escudos de piedra que adornan las fachadas se despiertan. La flor de lis toma colores encendidos. Las almenas de las torres serigrafiadas se llenan de personajes diminutos que buscan curiosos el origen del sonido. Los leones rampantes desgarran el aire con sus zarpas. Las espadas entrechocan al abrigo de la tarde de un estío luminoso. El águila inicia sus vuelos en el cielo que la piedra le limita. La garza surge del escudo, revolotea sobre la plaza adornando con su vuelo la melodía de la flauta. Los grifos de la fachada inician un baile mítico elevando sus cabezas, batiendo con fuerza sus alas. Y una triste banda de luto cruzada en un escudo cambia el negro del dolor por el verde de la esperanza.

El flautista calla y guarda su instrumento en el zurrón. Desde el cielo azul brillante cae por sorpresa una moneda antigua en su gorra desplegada. El hombre la coge con satisfacción, es de oro, y reverencia agradecido uno a uno a los escudos por tal hecho excepcional.

Lleva consigo la flauta recitando por las calles, marcando el tiempo con sones de un destino milenario.

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