Cineclub el gallinero premio avuelapluma de cine

Tras año y medio de ausencia, vuelven los Premios Avuelapluma que, en su XIII edición, traen unos galardonados de excepción: Nacho Carretero, Cristina Gallego, Susana Martín Gijón, Bambikina y Cineclub ‘El Gallinero’. 

Ahora toca conocer más a fondo a nuestro Premio de Cine: Cineclub ‘El Gallinero’, que lleva más de 20 años programando en Jaraíz de la Vera las mejores producciones independiente para demostrar que acercar la cultura al ámbito rural es posible. 

 

Lo primero que quiero saber es, ¿qué es el ‘Corralismo Ilustrado’?

Bueno, eso surgió a raíz de poner en marcha el blog del cineclub. El blog se creó para tener un canal de comunicación con el público y los socios, pero en seguida empezó a llenarse con contenido adicional, como relatos con el cine como nexo, con las fichas de las pelis que se acompañaban de críticas y reflexiones sobre actualidad, o con crónicas de festivales y galas. Y también se empezó a llenar de material de archivo: los carteles de programación, documentos antiguos de su fundación… los mismos comentarios de la gente no tenían desperdicio, siguiendo el vocabulario «gallinario» en la línea de los textos. Todo eso creó un estilo que buscábamos deliberadamente, una especie de marca de la casa con la que la gente se identificara, y sintiera que practicando ese corralismo –que de hecho ya se había generado de forma espontánea en la realidad también con su propia jerga– formaba parte de una comunidad.
De eso hace ya casi quince años, y si bien el blog quedará como reliquia viva con sus publicaciones semanales y el mismo diseño «millenial» del boom de los blogs, ya llevamos tiempo ideando una nueva web que dé respuesta a todas nuestras necesidades.
En su fórmula, corralismo ilustrado vendría a ser todo aquello que genera el cineclub más allá de la experiencia de ver una peli: desde el compañerismo y el trabajo colaborativo, pasando por la militancia en la guerrilla alada en los momentos difíciles, las disputas más airadas en barra de bar sobre la teoría del autor a lo Kael/Sarris (famosos son los abandonos masivos en sala durante planos secuencia como el de ‘Last Days’) y por supuesto acabando en los momentos de éxtasis colectivo en pelis míticas como ‘Deseando Amar’, ‘Malditos Bastardos’ o ‘La casa de Jack’ (bueno ahí también hubo bajas en sala); así lo entiendo yo al menos, y te aseguro que ver a la gente salir de ciertas pelis es un regalo para el alma que no tiene precio.

En definitiva, el corralismo es todo lo que nos aporta el cine, en este caso el cineclub o “el corral”, a cada uno, haciéndonos crecer y mejorar como individuos. Al final es nuestro objetivo último en un proceso en el que, eso sí, la diversión es el medio fundamental. Lo de ilustrado pretende hacer un juego de palabras con sus acepciones, tanto la de ‘mostrar’ todo lo que hacemos en el corral, como en su sentido de ‘elevado o erudito’, en referencia al aprendizaje y a la ampliación de conocimientos mediante el cine, así como a la ‘letrada’ documentación y plasmación de todo ello para la hilarante posteridad. Como ves, lo de corralismo ilustrado da para tesina y está totalmente abierto a nuevas interpretaciones.

¿Cómo se os ocurre montar un cineclub en el corazón de la Vera?

La respuesta corta es porque hacía falta, pero para entenderlo hay que remontarse al año 2002, cuando un grupo de personas (al principio muy reducido) que compartían su pasión por el cine y su interés por la cultura en general, quisieron dar respuesta a una situación de desmantelamiento cultural. Se cerraba el cine municipal, el último que quedaba por la zona, y la versión oficial era que el cine no era rentable y daba mucho trabajo (llámalo molestias). Imbuidos por un loable espíritu de equipo, apostando por la autogestión democrática y adelantándose a ciertas tendencias que vemos ahora, decidieron hacer desinteresadamente el trabajo, y de hecho aportaron el «cash» inicial para ponerlo en marcha. Algunos eran lo que luego se llamarían socios heroicos. No sólo mantenían vivo y en pie el cine y el viejo proyector de 35, obviamente para todo el pueblo, sino que además aprovecharon para acercar al público otro tipo de cine: producciones independientes fuera del circuito mainstream que estaban revolucionando el panorama y por las que se respiraba inquietud. Hablamos prácticamente de la época del último «blockbuster», en la que internet llevaba pañales, la tele era analógica y amputaba el scope a 4:3, la escasa piratería viajaba en VHS de decimocuarta generación y las plataformas sólo eran zapatos horteras. En este panorama, el cineclub logró hechizar a unos cien socios y superó con creces esa cifra reuniendo almas en sala mientras se traían y disfrutaban, en pantalla grande, películas de difícil acceso incluso en grandes ciudades. En realidad se trataba del ya clásico crisol de iniciativa social muy arquetípico de la formación de cineclubes (y esto en Latinoamérica lo saben bien): personas con un interés común que demandan un tipo de cine diferente (en nuestro caso sencillamente cine) y que la oficialidad no está cubriendo.

Entiendo que la respuesta de la población fue muy positiva

En efecto, los primeros años fueron muy positivos y halagüeños, con taquillas y sesiones de público muy prometedoras. Si bien al principio el cineclub programaba lo que ya por entonces empezaba a resonar como cine de autor, pronto acabó encargándose de exhibir también cine infantil o comercial, lo que aportaba liquidez y entidad para afrontar temporadas, ya que además de suponer una mayor conversión en taquilla no pocas veces se daba la mano con el cine de autor de calidad. Así que el cineclub cubría las necesidades cinéfilas de la de la población de la comarca, e incluso venía (y siguen viniendo) gente de Plasencia y Navalmoral de la Mata.

 
 
 
 
 
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Luego ya vinieron las crisis, los trascendentales cambios en la industria con la llegada del digital y la caída del gigante, la pérdida del poder hegemónico del cine frente a nuevas formas de ocio, y el largo invierno cercano al Ragnarök con el progresivo y casi inexorable cierre de salas… afortunadamente los cines reabren, el público está volviendo a llenar las salas, y yo siento que el cine está más vivo que nunca y presiento que ha vuelto para quedarse y volver a reinar en su templo, que es la sala de pantalla grande con butacas, como el gran arte de las artes que siempre fue.

¿Por qué es tan importante que otras miradas lleguen al entorno rural?

Por su poder transformador de la realidad y la dificultad que tradicionalmente ha habido en las zonas rurales para hacerlas permeables a los cambios en las sociedades. Y el poder del cine en esa gesta ha sido sobradamente conocido e históricamente revolucionario. Desde los descubrimientos de las teorías de los cineastas rusos hasta el uso masivo y no siempre encomiable del lenguaje fílmico. Por eso es importante que lleguen más versiones que las del discurso oficial, cinematografías con puntos de vista distintos a los que dictamina un gran estudio o un algoritmo, que por otro lado responden siempre a intereses mundanos poco creativos y nada elevados. Miradas en las que de repente hallemos nuevas posibilidades de nosotros mismos, en las que poder ver errores para mejorarnos. El cine conforma gran parte de nuestro equipaje emocional para la vida, con el cine descubrimos mundos en los que hallamos respuestas y también preguntas, y durante la pandemia esto lo hemos podido comprobar enormemente.

“Las historias nos aprovisionan para la vida”: la cita de Kenneth Burke es del clásico libro ‘El Guión’ de Robert McKee, pero me parece de una validez tan absoluta y permanente como recurrente el echar mano de ella.

El confinamiento nos ha obligado a reencontrarnos en las películas, en las historias… aquellas que nos contábamos alrededor de un fuego en el albor de los tiempos, y a muchos les han puesto frente a sí mismos y han flipado. Y tener esa experiencia rodeado de otras personas, en la comunión de la pantalla grande, es casi místico. Por eso el cine en sala sigue siendo importante aún en la era de internet y las plataformas VOD, y tenemos el deber de educar a las próximas generaciones en ello, más allá de la nostalgia.

 Por último, ¿qué supone para vosotros recibir el Premio Avuelapluma de Cine?

Pues por un lado un gran honor y estoy seguro de que un gran placer a juzgar por el planazo de encuentro e intercambio que promete. Es un gustazo y un privilegio que nos pongáis a la altura de precedentes de referencia absoluta para nosotros como Jon Sistiaga, los Mongolia, el Roto, la gente de MakingDoc, JotDown o Irene Cardona… y me dejo muchísimos, ya sabes.
Por otro lado nos dan una visibilidad impagable colocándonos en un lugar destacado del escenario cultural, y nos da la oportunidad de aprovechar y transformar ese tirón en aumentar nuestros recursos y capacidades.

Obviamente resulta muy reconfortante también ver reconocida nuestra labor y nuestro esfuerzo por defender la experiencia en sala, y en definitiva nuestro empeño pasional y decidido por hacer crecer el cine en Extremadura. El cineclub crece cada año sumando público y actividades, tratando de ofrecer una experiencia completa más allá de la sala, y ver cómo todo eso llega a cada vez a más rincones y acaba obteniendo su repercusión es muy estimulante. Para mí supone la constatación del valor de nuestro proyecto y sin duda lo tomo como un indicador de que estamos en el buen camino; y casi un talismán muy a tener en cuenta para cuando se avecinan tormentas, hay parada de motor en pleno vuelo o las fuerzas y los presupuestos flaquean.

Y claro, también hace que se nos hinche bastante el plumaje, para qué negarlo.

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