Directora de cine, productora y guionista. ¿Cómo fueron tus primeros pasos en el mundo audiovisual?

Mis primeros pasos en este mundo fueron ya desde la infancia. El cine me parecía un absoluto misterio y, además, de alguna manera quería participar de esas historias. Durante la preadolescencia y la adolescencia quería beberme todo el cine, pero era muy difícil, primero en Almendralejo y luego en Cáceres. Encontrar películas más allá de lo que se estrenaba en los videoclub, que los tenía absolutamente consumidos, era complicado. Me levantaba por la noche, ponía el despertador a las 02:00h o a las 03:00h para poner el vídeo a grabar esas películas de cine clásico que ponían en La 2.

Siempre tuve muy claro que quería hacer cine y que era mi pasión. La historia en cuestión era la falta de referentes. No había un cineasta y, mucho menos, una cineasta en tu ciudad, en tu pueblo o en tu comunidad. Entonces me resultaba algo irrealizable.
Desde el principio empecé estudiando la licenciatura única que había para estudiar cine en aquel entonces, que era Comunicación Audiovisual, al mismo tiempo hice Dirección de Cine en la Escuela de Cine y luego hice el DEA de Análisis Fílmico y el doctorado en Teoría y Análisis Cinematográfico.

En definitiva, siempre tuve una conciencia muy clara de que tenía que formarme, equivocarme, probar, jugar… Desde muy pronto empecé a hacer cortos, prácticas, juegos, piezas…, que hicieron que yo tuviera una gran predisposición para lanzarme a rodar a las calles.

‘Destello bravío’ es tu ópera prima. Te hemos escuchado decir que “es un poema de amor a tu tierra”. Cuéntanos un poco más sobre tu película.

Es una oda a mi tierra, a Extremadura, a Tierra de Barros, de donde es toda mi familia paterna, a mi biografía emocional. Sabemos que los poemas no son especialmente alegres, pero igualmente son bellos. Por eso digo que, de alguna manera, es un poema triste porque habla de una tierra y una cultura en extinción, que está en proceso de despoblación y, también, necesitada de la atención europea, en este caso.

‘Destello bravío’ es una película de un grupo de mujeres que sueñan con una infancia perdida y con esos sueños que nunca pudieron cumplir. Que se aferran a las tradiciones milenarias, católicas, como el único resquicio de ser y de apretar su identidad. Me parece también un bello acto poético eso de aferrarse a una identidad de lo que son frente a la llegada de la nada, de un mundo globalizado y de un McDonald en la puerta de tu pueblo y de ser lo que son todos, de comer lo que comen todos y de vestir como visten todos.

Volviendo al grupo de las mujeres, es la película de lo que se ve, de esa Extremadura bella y al mismo tiempo, dura, pero es la película de lo que no se ve. Esto es lo más importante del cine, mostrar lo que está por debajo, todos los sueños, fantasías y deseos de este grupo de mujeres que conforman y acaban de completar la película, incluido el deseo sexual, que es algo tremendamente poderoso.

¿Qué fue lo que te llevó a grabar en Tierra de Barros?

Como he dicho, es la tierra de donde provengo y, de alguna manera, hay una cosa misteriosa de volver a tus raíces, de volver a tus orígenes y de hacer cine con esos ungüentos identitarios que te pertenecen y, por tanto, puedes utilizarlos como un lienzo. Yo me siento mucho más cómoda trabajando desde Extremadura, que si tuviera que irme al Perú. Creo que es el lugar, la cultura, la idiosincrasia y las materias primas que tengo para empezar a esculpir la película.

Como dice Isa, una de las protagonistas de esta historia, a su grabadora: “Va a pasar un destello bravo, bravío, y todo va a cambiar…” ¿Crees que algún día todo cambiará en el mundo rural de la España profunda?

Yo no soy experta en estos asuntos. Creo que el cine tiene que plantear preguntas y no las respuestas. Las respuestas las dan los ensayistas, los científicos y los expertos investigadores en la zona.

La cuestión de la mujer no solamente es un asunto y un compromiso que debemos ejercer no solo en el mundo rural. Es una deuda a nivel global. Creo que estos pasos hacia la igualdad son de poquito a poquito. Se necesita mucho trabajo y, de alguna manera, lo refleja el film.

También creo que la cultura y la defensa de nuestra idiosincrasia, a pesar de no tener una lengua propia, es igualmente poderosa y muy nuestra, y debería ser cuidada y protegida también desde el espacio fílmico. Obviamente apoyado por las instituciones, no solamente a nivel europeo, sino aquellas instituciones que deben querer con más fuerza proteger lo suyo y, sin embargo ,no lo están haciendo. Por ejemplo, no lo están haciendo desde el terreno que me ocupa, que es el terreno fílmico, y aquellas películas que son identitarias, personales, pequeñas pero poderosísimas, que se aferran a nuestra tradición y que son puramente extremeñas, hay que cuidarlas como un tesoro.

Sabemos que ahora estás en proceso para dirigir tu segundo largometraje, ¿puedes adelantarnos algo de este proyecto?

Es un proyecto muy especial, muy personal, completamente auto-oral y con una sensibilidad feminista. Creo que es un paso importante en mi carrera. Es una película que me va a suponer un reto creativo, desde el punto de vista de dirección, con lo cual me llena muchísimo. Va a estar coproducida por varias productoras, entre ellas la productora francesa Les films du Worso.

También estará rodada y desarrollada en Extremadura y tiene mucho que ver, de nuevo, con mi tierra y mis orígenes.

Es la historia de una madre y una hija, con tintes de género, suspense, terror… No puedo adelantar mucho porque todavía está iniciando su desarrollo y porque aún hay que protegerla y cuidarla un poquito. Se llamará ‘Niña no juegues’ y ha sido de las pocas seleccionadas por la Academia de Cine, en su programa de Apoyo de Residencias, que apoya a cineastas emergentes y también por una residencia privada, que se llama ‘Una habitación propia’ de Gariza films en el País Vasco.

Estoy muy contenta y muy entusiasmada de poder llevarla adelanta y poder abordar este reto creativo. A ver si en esta ocasión me cuidan un poquito más en mi tierra y me dan un pequeño empujón, a nivel institucional, que es necesario.

¿Qué has aprendido durante tu carrera profesional en el mundo del cine?

He aprendido muchísimo y lo que me queda por aprender. He aprendido a escuchar mi intuición y a trabajar con las tripas. La intuición en una cineasta es poderosísima. También hay que tener una técnica y hay que trabajar y estudiar en profundidad el cine, con un sentido crítico, especialmente desde una perspectiva de género feminista.

Realmente me queda muchísimo por trabajar y aprender. Sobre todo a ser sincera conmigo misma, no tener miedo a abrirme y a ser yo, a ser generosa, a no tener prejuicios. Soy una persona mucho menos desprejuiciada cuando soy cineasta y cuando estoy trabajando con personas muy diferentes delante y detrás de la cámara.

¿Qué supone recibir el Premio Avuelapluma de Cine para ti?

Como cualquier premio, me hace muchísima ilusión. Cada premio lo celebro muchísimo y, en este caso, siendo de mi tierra, me gusta especialmente y me apetece recibirlo. Siempre es muy grato ser algo de profeta en tu tierra, aunque sea un poquito, porque realmente hacer este cine que hago es durísimo, es como ser una francotiradora en un desierto. Entonces, digamos que todo lo que está pasando con la película, está siendo un regalo inabarcable para mí.

Por ello, quiero agradecer especialmente a la organización de Avuelapluma por haber pensado en mí.

Siempre me gusta finalizar las entrevistas con esta pregunta. ¿Cuál es tu sueño por cumplir?

¡Oh my goodness! No sé si son grandes sueños pero, manteniendo los pies en la tierra, me gustaría poder rodar, hacer cine, que es la profesión de mi vida, en libertad, con independencia, saliendo de una precariedad toda mi vida y sin tener una especial problemática para sacarlas adelante. Esta es la profesión de mi vida y me hace muy feliz.

FuenteAvuelapluma
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