Cánovers /
Conrado Gómez
Buenos días.
A veces se nos olvida. Un ‘hola’, o un ‘qué hay’ son armas para desactivar el pesadumbrismo o catastrofismo —llámenlo como quieran— de mucha de la gente que nos rodea. Se nos está olvidando saludar y poner buena cara, aunque no tengamos por qué. Una sonrisa es gratis y sin embargo está cargada de valor. ¿Qué cosas, verdad? A uno le da por pensar de modo intrascendente cuando pasea por la calle. El paseo. ¿Se acuerdan de sus padres? Iban a caminar sin más pretensión que la de dejarse llevar, la de acompasar sus pisadas con pensamientos prófugos. Ya no lo hacemos. Vamos deprisa de un sitio a otro como si de verdad fuera tan importante. Ya no llevamos las manos atrás. Llevamos una encadenada al móvil y la otra soportando en el bolsillo la ola de frío, que ya ven, tampoco está siendo para tanto. Frío que nos hace plantearnos qué pasaría si aquí de repente descendieran nevadas que hacen presagiar el fin del mundo.
Como saben, y si no se lo digo yo, un grupo de científicos acostumbra cada año a ponerle fecha al ocaso de la humanidad. A modo simbólico sitúan el abismo en la medianoche de un reloj a las 00.00 horas y calculan los minutos que faltan para llegar a ese reseteo universal. El panel de estos pesimistas bien informados ha predicho que este año estamos más cerca que nunca, a tan solo dos minutos y medio. No se crean que son vecinos de una comunidad o militares del Pentágono armados hasta los dientes en busca de una guerra, no, son un grupo del que forman parte al menos 15 premios Nobel. Se basan, según ellos, en los acontecimientos y en las afirmaciones de los responsables que dan pistas sobre las relaciones que vendrán. Solo estuvimos más cerca en 1953 cuando la URRS y EE.UU se amenazaron mutuamente con cabezas termonucleares que hubieran hecho saltar el mundo pulsando un solo botón. En ese momento estuvimos a dos minutos del aniquilamiento de nuestra civilización. Ahora la amenaza se llama Donald Trump, un tipo tan podridamente rico que no tiene ninguna pega en vender sus valores, y no me refiero a los que cotizan en bolsa. Un tipo que ha llegado a la Casa Blanca defendiendo la tortura, el muro con su vecino Méjico —que encima pagarán ellos— o la supremacía del hombre frente a la mujer. Y alguien así es presidente del país más poderoso de la Tierra. Es para hacérselo mirar. Un personaje que puede dinamitar las relaciones internacionales y provocar el estallido de una tercera guerra mundial. Si parecía una posibilidad remota, ahora parece algo más plausible. Eso sí que da miedo.
Con este nuevo actor encima del tapete, incluso dos minutos y medio me parece un margen demasiado generoso. ¿Qué harían ustedes si solo tuvieran 150 segundos de vida?