Lunes de papel /
Emilia Guijarro

Así ha empezado la era Trump y el cambio lo notarán los de siempre, los millones de americanos pobres, los inmigrantes sin regularizar y las mujeres. Sobre el lema de «¡América, lo primero!» ha fijado las líneas de lo que cualquier extremaderechista estaría encantado de escuchar a los gobernantes.

Podíamos hablar de muchas medidas: del muro, del cambio climático, de los inmigrantes y refugiados, pero quiero detenerme en la cobertura sanitaria. Supone Trump que los americanos, varones, blancos y de clase media, tienen asegurada la protección de la salud a golpe de talonario. El resto no forman parte de ese selecto club de blancos y de clase media. Y ahí lo tienen tal y como prometió, firmando un decreto de flexibilización de la reforma sanitaria, que anula por completo la gran apuesta, en política interior, de Obama. Trump no ha engañado a nadie, lo ha proclamado a los cuatro vientos en su campaña electoral.

Lo que engañan son las encuestas, las que daban por hecho que un espécimen semejante nunca llegaría a ser presidente de los Estados más poderosos del mundo. Cuando Obama llegó a la Casa Blanca 50 millones de estadounidenses no tenían seguro médico. Cuando se ha ido esta cifra se había rebajado considerablemente .

La reforma sanitaria impulsada por la administración Obama era la gran apuesta transformadora y social de su mandato, un legado que reforzaba los cimientos del Estado del Bienestar norteamericano y cuyo fin era que todos los ciudadanos tuvieran un seguro médico. La ley obligaba a las aseguradoras a suministrar cobertura médica a cualquier persona y les impedía imponer pólizas más altas o negar el servicio, como algunas venían haciendo, a personas con enfermedades costosas. Obliga a todo el mundo a adquirir un seguro; quien no lo haga se exponía a una multa pagando más impuestos al final de año con la idea de que, al aumentar el número de asegurados, al incluir personas jóvenes y sanas que en circunstancias normales prescindirían del seguro, los costes totales se rebajen.

Por otra parte, la ley contempla subvencionar a aquellos ciudadanos que no pueden contratar un seguro privado, y ventajas fiscales para aquellos que ganen un salario por debajo del cuádruple del umbral de la pobreza. Sacar adelante esta ley no ha sido fácil.

Ya, desde su aprobación en 2010, los republicanos anunciaron que si ganaban las elecciones derogarían la ley. Y así ha pasado, nada más llegar al poder. Y dicho y hecho, en cuanto tuvo poder de firma el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rubricó su primera orden ejecutiva como mandatario del país ordenando a las agencias gubernamentales para que «alivien las cargas del Obamacare», nombre de la reforma sanitaria de Obama, que es tanto como apretar el botón de su demolición. Y después de firmar y cargarse de un plumazo la reforma sanitaria dicen que dijo: «Hoy ha sido un gran día».

 

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