2016-1

Historias de Plutón /
José A. Secas

“La vida va colocando a cada cual en nuestro sitio”. Esta es una afirmación tan relativa como cierta. ¿Contradicción?; pues sí. ¿Quién sabe cuál es el sitio de cada uno?, ¿quién se atreve a sacar esas conclusiones?, ¿acaso no hay malvados que pasan impunes por esta vida?, ¿no es cierto que algunas personas no merecen la vida que arrastran, que cargan con problemas y se enfrentan a las desgracias sin merecerlas y, mucho menos, sin provocarlas? Entonces llegamos a la otra parte de la cita contradictoria: cada cual está en su sitio; es verdad. Existe la consecuencia, existen las circunstancias, existe la procedencia y la nacencia, existe el destino, la ambición, la voluntad y la mala (o buena) suerte. Todo esto ocurre simultánea y constantemente para mi primero y para todos mis compañeros. Así pues: ya no me creo nada (pero lo admito todo).

Puedo ver a gente votar o ir de compras, a personas mirar las noticias terribles de la tele con un móvil en la mano o comer comida basura a base de transgénicos después de echarle unas monedas a un músico callejero. Puedo pasar por un paso de peatones y chocar con una bici o leer un libro absolutamente desconocido y descubrir un diamante en bruto, puedo celebrar un gol y comer perdices después de una caminata o de una agotadora jornada de trabajo. En realidad, puedo seguir viviendo en mi lugar, en mi sito y tener una consciencia relativa y, por supuesto, parcial de mi propia situación. Por el contrario, en un ataque de iluminación, también soy capaz de ver el mundo desde otra estrella y relativizarlo todo o de tomar una parte de la realidad y convertirla en mi -la- verdad e, incluso, de pintarla en una bandera y hacer proselitismo de ella (con su correspondiente himno, por supuesto).

Este pedazo de rollo patatero de filosofía de tres al cuarto no es más que un vano intento de colocarme (una vez más) y ponerme equidistante conmigo mismo, mi propio mecanismo y los demás individuos de mi entorno; empezando por mi pareja o mis hijos y acabando con los que pactan, los que se hunden en una patera o los que celebran el año viejo en pelotas (porque es verano y están en el hemisferio sur) y se comen a Santa Claus con pino nevado y todo. Si, ando descolocado (como casi siempre) y escribir estas tonterías me ayuda a relativizar y a la vez a focalizar. Me doy cuenta de que el proceso va de dentro a fuera y que si no tenemos nuestra casa en orden, mal hacemos en preocuparnos por la paz del mundo (roguemos al Señor). Concluyendo: si no tenéis nada mejor que hacer, os recomiendo que en este año que ahora comienza no hagáis lista de deberes y propósitos y os enfoquéis en vosotros mismos; solo en el propio yo, en el ego, en la esencia pura de vuestro ser; a ver qué pasa. Yo voy a hacerlo. (Joder, qué bien se nos da dar consejos y encontrar las vigas en los ojos de la gente).

Artículo anteriorLas cosas como son
Artículo siguienteCayetana, que te quemas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí