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Acerca de las injusticias /
Carmen Heras

Si el documento aparecido últimamente sobre la desaparición de Garcia Lorca es verídico, cambiarían algunos de los detalles que hasta la fecha han sido relatados por los historiadores, pero no afectaría a lo fundamental: que al poeta se le quitó la vida en un clima de exclusión y de odio, lo cual (¡como mínimo!) contradice los principios elementales humanitarios entre personas de bien.

 

A mi me costó asimilar la guerra civil española, el significado de cualquiera de las que en el mundo han sido. Como me costó atisbar la caída del imperio romano, cuando hube de estudiarla por obligación. Ustedes esbozarán una sonrisa, pero es cierto. Me faltaban claves. Yo preguntaba a los profesores, que sólo utilizaban raídos argumentarios. Mi cabecita, que pretendía ser estructurada, tardó en entender cómo pudo venirse abajo un ente tan gigantesco, y tan influyente en el mundo conocido de entonces, como el de Roma (con su ley, su lengua, sus construcciones, y sus ejércitos abarcándolo prácticamente todo…).

 

Mis interrogantes sobre las guerras civiles fueron similares. Esas que enfrentan a vecinos contra vecinos, en la misma ciudad, incluso de la calle común. En muchos casos no por ideología sino por motivos más abyectos. Tampoco me ayudaron mucho las explicaciones. Al hablarme de ello por primera vez, poco había escrito a disposición de los españoles, poco contaban en nuestras casas, testigos todos, prudentes o atemorizados, de la época de Franco. Tuvieron que hacerlo los historiadores y escritores extranjeros y algún que otro valiente de aquí. Miguel Artola, por ejemplo, al que seguíamos admirados cuando buscaba las causas de los hechos históricos…

 

Lo he entendido después. Y por comparación. En otras circunstancias no tan sangrientas, afortunadamente sin sangre material, pero repletas de odio y envidia. El ser humano es así. Al parecer. Para hacer lo mejor y lo peor, según qué circunstancias. Para dejarse llevar. Pero yo no quería escribir sobre ello en este artículo, sino en lo terrible que resulta el que las injusticias se resuelvan tarde, casi siempre, para los afectados y sus familias. Para García Lorca, al que le arrebataron la vida, y con ella, su alegría y su saber…Pero que no fue el único, lamentablemente.

 

De tanto en tanto, en España y en Cáceres, se celebran homenajes. Se organiza el festejo al que acuden los allegados al homenajeado y éste (si aún vive). Se cantan las excelencias del (o de la) protagonista. Se obtienen fotos. Se escriben artículos laudatorios. Hay una especie de necesidad, semiconsciente, de reconocer, de vez en cuando, la injusticia de no haberlo hecho antes en palabras y afectos, (a veces sólo es táctica y persecución de votos). Y luego el mundo sigue, con las mismas conductas y equivocaciones, por unos cuantos años o siglos más. Injustamente actuando, injustamente.

 

Yo lo veo con fatalismo. Avanzamos en algunas cosas pero retrocedemos en otras. Leyendo un artículo sobre sostenibilidad ambiental pensaba en ello. ¿Para cuando la sostenibilidad de las emociones, de la justicia, de la convivencia, del sentido común? Seguro que ustedes están pensando si han llegado leyendo hasta aquí…¡Pues anda que no pide nada…! Buen día para todos.

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