patera

Los muertos anónimos del mar/

Emilia Guijarro

 

Hace semanas, la tragedia del avión alemán que se estrelló en los Alpes ocupó muchas páginas. Fue una tragedia terrible. Tanto por el número de víctimas como por el autor de los hecho. Tantos jóvenes de los que sabemos su historia, de los que hemos visto tantas fotos de caras sonrientes rodeadas de velas, de flores. Su viaje de estudios, su intercambio con un Instituto de Cataluña. Durante varios días hemos estado pendientes de la primera caja negra, de la segunda caja negra y de todos los detalles mínimos que han ocurrido en torno a esta terrible tragedia. Y lo más importante, los gobiernos se han comprometido a poner en marcha medidas para evitar un nuevo e improbable caso.

Leo esta tarde lluviosa de abril estos versos de Constantino Kavafis: “Cuando a Patroclo vieron muerto,
tan joven, fuerte y audaz,
los caballos de Aquiles se entregaron al llanto;”

Ayer las fauces del Mediterráneo se tragaron una embarcación con cuatrocientas personas a bordo, la mayoría, como Patroclo, jóvenes, fuertes y audaces. No son los primeros, ni desgraciadamente serán los últimos. De ellos no sabemos casi nada. No hay ni velas ni fotos. Pero lo que sabemos nos recuerda lo que decía Gunter Grass un mes antes de morir:» Que el mundo va muy mal, que hay muertos de primera, de segunda y de cuarta y que estos cuatrocientos muertos no entran ni siquiera en categoría. No hay caballos de Aquiles que lloren por ellos.

Nos cuentan que las mafias, los nuevos piratas que surcan el Mediterráneo, que se dedican a la trata de seres humanos, están haciendo su particular agosto.
Las cifras son estremecedoras, 7000 personas han llegado durante el fin de semana a las costas italianas. 105.000 a lo largo de todo el año 2014. Todos ellos en viejos barcos que a duras penas aguantan el peso y la sobrecarga. Y cuando llegan a Italia o a España lo más difícil está por empezar, recluidos en centros con sobrehacinamiento. Esto nos hace ver que Italia no puede hacer frente sola a ese problema, que afecta a toda la Unión Europea. De la misma manera que España tampoco puede hacer frente sola a un problema que aparece por el hecho de ser países fronterizos con zonas en conflicto.

Urge por tanto que la Unión Europea ponga remedio con medios materiales y humanos para que esta situación acabe. En Italia y España estamos en periodo electoral y los partidos de extrema derecha están aflorando imitando a la xenófoba Marine Le Pen. No nos extrañaremos que ante situaciones incontroladas el populismo crezca y se desarrolle, y las medidas más inhumanas se oferten en los programas electorales.

No alimentemos los mares con cuerpos jóvenes. Dejemos que las fauces del Mediterraneo duerman, para que los caballos de Aquiles dejen de entregarse al llanto.

(Al día siguiente de escribir este artículo, los caballos de Aquiles volvieron a llorar por 750 desparecidos más. Y no serán los últimos)

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