La bruja Circe

Cuando pasa el tiempo, llegas a un cierto estadio en el que aprendes a apreciar tu soledad, quizás has pasado años arañando instantes para ti, corriendo en busca de tiempo para medrar en el trabajo, habitando sin disfrutar los presentes «en la vida de pagar», los bienes, las casas, los estudios de tus hijos, tus propio estudios o viajes. Es tan acaparadora la rueda de la vida que si te concedes un momento para ti, te sientes culpable o estresad@. Aun cuando vas de vacaciones corres de una compañía a otra de un lugar a otro.

Pero el tiempo demuestra que sabremos apreciar y desear ese tiempo de calma de soledad interior, no impuesta sino deseada, esa que está dentro de ti, la que puedes lograrla aun cuando hay mucha gente que te rodea o la que buscas en un momento determinado.

Me refiero a esa soledad productiva y creadora, a la que ilumina y te hace ver cosas. Esa soledad que hace germinar semillas y nacer mariposas, la que logra que un capullo se abra en flor.

Si, esa que te convierte en un ser humano con sabiduría, con empatía pero con conciencia de la realidad y los ojos muy abiertos.

Ese tipo de soledad es muy difícil de cambiarla por una compañía que no esté a su nivel. Por eso somos más y más selectivos con el tiempo.

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